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Tribuna:LAS CONSECUENCIAS DE LAS PRIMARIAS
Tribuna
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Nos han devuelto la ilusión

En pocos días, la vida política española ha sufrido un vuelco, poniendo de manifiesto algunos aspectos muy interesantes y capaces de alterar el futuro que algunos creían tener bajo control.Ha quedado al descubierto la credibilidad de las encuestas y sus intérpretes, si bien ya llueve sobre mojado, pues son repetidas las equivocaciones.

Al nacionalismo se le ha complicado "su plan de mangonear" e ir transformando la nación plurirregional en Estado plurinacional, gracias al valor añadido que dan a sus escaños el complejo de culpabilidad que sugieren los partidos nacionales.

La habilidad del nacionalismo ha estado en su capacidad para controlar y dirigir el poder central con mando a distancia desde las llamadas comunidades históricas y que hoy tratan de convertirse en naciones sin Estado. Pues bien, tal arte ha chocado con "el personaje" y los artistas no han podido disimular su contrariedad; de ahí las descalificaciones emitidas y que subrayan algo que es evidente.

"Llevan mucho tiempo aprovechándose de quienes ponen más entusiasmo y dedicación en obtener certificados de buena conducta -vasquista o nacionalista- que en defender los derechos y dignidades de los españoles residentes en Cataluña o en el País Vasco".

A todos los partidos políticos lo sucedido les pone en tela de juicio el método para controlar el auténtico poder, que es el que emana de las listas electorales.

No se ha logrado, hasta la fecha, el cambio de la Ley Electoral para hacer viables las listas abiertas, a pesar del lamento de unos y la perplejidad de otros. Sin duda, porque existe un pacto de silencio proclive a que todo siga igual bajo el control de la nomenclatura.

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Pero se ha roto el equilibrio con la ocurrencia de las primarias...

Habrá que explicarles a los militantes por qué no se hacen primarias. Habrá dos tipos de partidos políticos: los que designan candidatos y los que eligen candidatos.

Quizá por esta razón, el otro gran partido nacional se ha apresurado a advertir desde la televisión pública que estas primarias de los socialistas son un error y un síntoma de la división interna que sufren, huérfanos de González.

Pero, sin duda, Borrell ha irrumpido con fuerza en el primer plano de la actualidad, desencadenando una serie de acontecimientos imprevisibles, porque hasta las primarias estaban bajo control.

Desde mi punto de vista, tales hechos han traído interés, esperanza e ilusión a la actividad política.

Interés, porque será toda una experiencia lograr que sea compatible el candidato a la presidencia del Gobierno con la figura del secretario general de un partido, en un claro ejemplo de algo obvio en la vida civil: un mismo personaje no tiene por qué ser más válido para todos los puestos de máxima responsabilidad.

Esperanza, porque las elecciones primarias han vuelto a demostrar que ante las urnas existe igualdad y es posible cambiar el mundo contra el criterio de la cátedra.

Ilusión, porque de la actitud del nuevo candidato a la presidencia del Gobierno se deduce otro estilo que rompe con aquello tan usado de "hacer virtud de la necesidad", que se había convertido en el mejor instrumento de la colaboración con el nacionalismo.

Borrell tiene que ser capaz, y le reto a que lo intente, de influir para que en las próximas elecciones vascas y catalanas el socialismo decida que ha llegado la hora de frenar democráticamente al nacionalismo.

Que es posible una política nacional para y desde Cataluña y Euskadi, en la que deje de ser fácil pactar entre partidos nacionales y nacionalistas, y casi imposible pactar entre partidos nacionales, para construir la España solidaria y común del siglo XXI.

Quizá ahora podamos responder a hechos como algunos de reciente actualidad, que son la prueba inequívoca de la confianza que tienen los nacionalistas en su papel predominante en la política española y, al mismo tiempo, en la incapacidad de los demás para organizar el cambio de tendencia.

Primero ha sido el acuerdo entre CiU, el PNV y el BNG, sin el más mínimo pudor a que se les calificara de "frente o borrasca" nacionalista para organizar el país a su manera. Después ha sido Arzalluz quien aseguró que el PNV no acataría nunca la Constitución, lo que traduce que tenemos que seguir siendo los demás quienes nos movamos hacia ellos si queremos contribuir a la normalización de Euskadi.

Visto lo que ha pasado en una semana, tengo razones para pensar que, si Borrell hubiera andado por estos pagos, quizá les habría puesto las peras al cuarto, de la misma manera que se las puso a Pujol y Duran Lleida.

Pablo A. Mosquera Mata es secretario general de Unidad Alavesa.

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