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Reportaje:

Lisboa imita a Barcelona y evita el modelo de Sevilla en la organización de la Expo 98

Milagros Pérez Oliva

Las palas y los jardineros trabajan contra reloj. Como ya ocurrió en Barcelona y Sevilla, el calendario se les ha encogido a los lisboetas y ahora luchan denodadamente para que el próximo día 22 de mayo todo esté apunto para la inauguración. Esa es la cita para la Expo 98 de Lisboa, pero casi todo lo que se ha construido para este acontecimiento de proyección universal está pensado para el día de después, para cuando el 30 de septiembre se bajen las banderas de los 150 países inscritos. Lisboa ha querido evitar el modelo de Sevilla, que fue muy costoso y dejó poco a la ciudad. Como hizo Barcelona con los Juegos Olímpicos, la capital portuguesa ha querido utilizar la Expo98 para transformar una parte de la ciudad.

La Expo ha permitido la transformación radical de 350 hectáreas situadas en el noreste de la urbe, a caballo entre el municipio de Lisboa y Loures, en un espacio tremendamente degradado paralelo al Tajo y limitado por un afluente, el Trancau, que en algún momento compitió con el Besòs en ser el más contaminado de Europa. Cuando termine la Expo, este espacio se convertirá en un barrio de 30.000 habitantes donde se concertrarán los nuevos grandes equipamentos de la conurbación lisboeta, en la que habitan en estos momentos tres millones de personas. Cuando en 1991 Lisboa fue nominada para organizar la Exposición Universal de 1998 pocos imaginaban entonces en la capital portuguesa que el acontecimiento les iba a devolver una parte de la ciudad que de tan instransitable, parecía remota. Cuando las piquetas llegaron encontraron las viejas instalaciones de un matadero, una refinería de petróleo ya abandonada, un depósito de material de guerra y un vertedero industrial y de residuos orgánicos, además de almacenes y viejas ruinas portuarias. Ningún vestigio queda ya de todo eso. Allí donde hedía el vertedero crecerá un gran parque y el gas de las fermentaciones de la basura que queda en el subsuelo será aprovechado como energía. En medio del recinto, a escasos kilómetros en línea recta del aeropuerto, una estructura metálica que recuerda un entoldado de palmeras, alberga ya la que desde ahora será la estanción central de trenes de Lisboa, a la que también se llega por metro y autobús gracias a la Expo. Es una lástima que la moderna estructura diseñada por el arquitecto valenciano Santiago Calatrava quede algo encajonada junto a un prepotente edificio que será el de acceso a la Expo mientras ésta dure. Luego se transformará en un gran centro comercial y de ocio. El polideportivo Sant Jordi que el arquitecto Arata Isozaki diseñó en Montjuïc tiene también en Lisboa una réplica no menos espectacular, obra del arquitecto Regino Cruz. Con una impresionante estructura de madera que recuerda la carcasa de un enorme barco visto al revés, el polideportivo albergará durante la Expo un espectáculo multimedia cuyo contenido es todavía un secreto. Con capacidad para 16.500 espectadores, tras la Expo será utilizado como sede de competiciones deportivas y espectáculos musicales. Pese a que el envoltorio del edificio permitía hacer un recinto deportivo con mayor capacidad, el ejemplo de Barcelona también ha sido aquí útil, pero para corregir el tiro: un pabellón tan grande como el Sant Jordi tiene después dificultades de aprovechamiento porque pocos artistas se atreven con un aforo tan grande. El de Lisboa es algo menor. La diferencia más importante con el modelo de Sevilla es que en Lisboa todos los edificios tendrán una utilidad posterior. Incluidos los pabellones de los distintos países. Éstos se ubicarán en unos edificios diseñados para convertirse luego en la nueva feria de muestras de Lisboa. Los países participantes no han tenido que construir en esta ocasión los pabellones y eso ha permtido a muchos países pobres que no pudieron estar en Sevilla estar ahora en Lisboa. Uno de los principales atractivos de la Expo será un enome oceanario, el mayor de Europa y el segundo del mundo, que se ha construido en el recinto. Tiene un gigantesco tanque central en el que podrán observarse cientos de especies marinas, incluidos tiburones de tres metros. Ése es al menos el propósito, porque los primeros que se instalaron tuvieron problemas de adaptación. Ramón Font, periodista catalán que ejerce la representación de la Expo para España, resume en una frase el impacto de este esfuerzo sobre la ciudad: "Es como si Barcelona hubiera puesto en un mismo espacio el polígono Pedrosa, todo el complejo del Maremagnun y el polideportivo de Sant Jordi juntos". Todo eso, y la Villa Olímpica, porque una parte importante del espacio se dedicará a viviendas, muchas de las cuales ya se están construyendo. Pero no todo el mundo vio desde el principio el potencial urbanístico que abría el proyecto de la Expo. Su director general, Antonio Mega Ferreira, recuerda que ningún promotor de viviendas, ningún empresario, apostó al principio por el proyecto y aún ahora. no despierta los apoyos que debiera. De hecho, los primeros edificios de viviendas levanados son promovidos por cooperatiavs de funcionarios, de profesionales y otros colectivos. Pero Mega Ferreira está convencido de que el barrio de la Expo se llenará de nuevas viviendas y se convertirá en un elemento dinamizador para toda la ciudad, ya que provocará la renovación de los terrenos adyacentes. Lisboa tiene en estos momentos un parque de viviendas muy antiguo y degradado. El centro de la ciudad, desde El Rocio a Saldaña, está sufriendo un alarmante proceso de desertización. Muchos propietarios no invierten en la restauración de los edificios y prefieren tenerlos vacíos mientras esperan que mueran o se vayan los últimos inquilinos, para luego especular con el suelo. Por eso la oferta de vivienda de calidad es muy escasa y muy cara. Muchas parejas jóvenes tienen que irse a vivir al extrarradio donde pagan precios elevados y han de sufrir los atascos de los accesos a la ciudad. Plenos poderes La organización de la Expo ha supuesto una inversión total de 350.000 millones de pesetas, de los cuales, el Gobierno sólo se compromete a cubrir hasta un 20%. Desde el primer momento la Expo98 se ha planteado como una operación urbanística de modo que la financiación del evento, hasta ahora cubierta con créditos, debe acabar financiandose básicamente con la venta de los terrenos liberados. Hasta ahora se ha vendido el 40% del suelo. La Expo está gestionada por una sociedad anónima en la que participan, aunque con una aportación mínima, los dos ayuntamientos implicados. El Parlamento luso tuvo que aprobar una ley que dotaba de plenos poderes urbanísticos a esta empresa para que la Expo llegara a buen puerto. La burocracia de la gestión urbanística hubiera impedido terminar las obras a tiempo. Y aún así, Antonio Mega Ferreira tuvo que salir hace unos días a la palestra para advertir que si no trabajaba más intensamente, los pabellones no estarían listos para el día 22. Y es que el proyecto ha tenido que abrirse paso en medio de una gran incredulidad general y con las trabas propias de un país que conserva muchas inercias de una administración poco eficiente. En 50 años, la única obra de envergadura que se había realizado en Lisboa era el centro cultural de Betlem, en el que en estos momentos se exhibe una magnífica exposición titulada Viajemos al siglo XX. Por eso la Expo se ha convertido en la locomotora que ha de arrancar la mayor transformación urbanística de Lisboa en mucho tiempo.

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