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FERIA DE ABRIL

"Miuras" de nuevo cuño

Toros basura otra vez... Los miuras, aquellos toros de trapío y fiereza, poderosos y encastados, que definieron el sello de su leyenda, son ahora de nuevo cuño.Miuras de nuevo cuño, con eñe, que se escribe ñ, encima de la n esa culebrita que no reconoce la Europa del ordenador. Algunos modernos pretenden que se sustituya por gn , diríamos entonces miuras de nuevo cugno, bonita palabra, aunque no tanto como de nuevo cuyo como escribió un servidor en EL PAÍS del domingo para referirse a unos pases que dio Pepín Liria, torero moderno y europeo.

Se ve que en el lapsus calami funcionó el subconsciente. Los subconscientes a veces son calamitosos, en efecto. El cuyo que parió el lapsus debía tener la connotación del habla castiza, que llamaba cuyo al gachó sin principios que se beneficiaba a la gachí comprometida con otro gaché. Gente más culta y de latines lo llamaba quidam, si bien sus propósitos eran despectivos, queriendo significar que se trataba de un donnadie. Los actuales castizos, siempre atentos a la evolución del lenguaje, prefieren denominar a estos sujetos el nota.

Miura / Fundi, Valderrama, Higares

Toros de Hijos de Eduardo Miura, mal presentados, grandes pero dos anovillados; sospechosos de pitones, inválidos, descastados. Dos devueltos, uno por inválido y otro porque se lesionó una pata. Sobreros de Joaquín Barral: 1º, inválido y borrego; 6º, de trapío y astifino, manso.Fundi: media y rueda de peones (palmas y saluda); media ladeada -aviso-, rueda de peones y descabello (silencio). Domingo Valderrama: dos pinchazos bajos -aviso- y bajonazo descarado (silencio); dos pinchazos, estocada delantera saliendo rebotado, dos pinchazos y descabello; se le perdonó un aviso (vuelta). Óscar Higares: pinchazo, estocada perdiendo la muleta -aviso- y dos descabellos (aplausos y saluda); tres pinchazos y estocada corta trasera (silencio). Plaza de la Maestranza, 4 de mayo (mañana). 17ª de feria. Dos tercios de entrada.

Explicar un lapsus a partir del comportamiento de los toros basura parecerá excesivo; pero según se mire. A los toros basura se les puede llamar cualquier cosa menos toros. A los miuras de nuevo cuño cualquier cosa menos miuras. A eso de la una menos veinte de la tarde saltó a la arena el primer miura, que en su capa colorada y en su tipo zootécnico era efectivamente miureño, y apenas había dado un tranco cuando se advirtió que se trataba de un toro basura como todos los demás.

Al miura de apariencia, que se desplomaba simplemente por caminar, lo devolvieron al corral, y los restantes miuras debieron seguir el mismo camino. Inválidos, mochos, descastados y bastardos, no daban ninguna emoción, no despertaban el menor interés y encima planteaban problemas.

Los toreros estuvieron con ellos tan voluntariosos como cabría esperar. Fundi cuarteó banderillas a los suyos -el primero, un sobrero aborregado de Barral- y les aplicó sendos trasteos pundonorosos. Óscar Higares, al tercero, de tipo novillo, le pegó numerosos derechazos con buen estilo, y al echarse la muleta a la izquierda ya el cuyo se había quedado sin embestida. Domingo Valderrama sorteó según pudo los inciertos topetazos del segundo, que desarrolló peligro, y lo tumbó de expeditivo bajonazo.

El quidam quinto, grandón y aparatoso, se había de enterar. Al quidam quinto no le valió su bastardo descastamiento, pues Domingo Valderrama lo citó desde lejos en los puros medios, lo embarcó en dos soberbias tandas de redondos, luego en una de naturales rematada con una trincherilla sensacional, se adornó torerísimo y si no lo mató a la primera fue porque él es muy bajito y no alcanzaba a llegar a la cruz del nota aquel, de descomunal alzada.

El sexto se lesionó una pata al tomar la larga cambiada que le tiró Óscar Higares y, devuelto, le sustituyó un torazo de Barral, de espléndido trapío y descarada mansedumbre. Óscar Higares intentó inútilmente sacarle derechazos mientras el toro escapaba de la quema, y el público le pedía que acabara de una vez, por favor. Iban a dar las tres y media de la tarde. Un caballero no está en los toros a las tres y media de la tarde. Estar en los toros a las tres y media de la tarde no es lógico, ni ético, ni decente. Nos podía castigar Dios. Sucedió: fuimos a comer y se había pasado el arroz.

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