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"No parking"

El título de esta crónica puede parecer engañoso, aunque sólo se atiene a la necesaria brevedad que la encabeza. Alude a la paralización de un aparcamiento de vehículos que se planeó bajo la calle de Francisco de Rojas, entre la de Luchana y el antiguo bulevar de Sagasta. Durante más de un año fue objeto de controversia, protestas de comerciantes y vecinos. Los servicios municipales han remediado, por ahora, algunas de las precipitadas agresiones: devolvieron a las aceras su antigua anchura, replantarán -si no está hecho cuando estas líneas salgan a la luz- los arbolitos extirpados y se repondrá la idónea parada de los autobuses 40 y 37, asunto éste que me llena de satisfacción.El ámbito municipal no tiene la exclusiva del penelopismo, las obras ligera o temerariamente emprendidas, que es preciso rehacer, y me permito confesar que soy más partidario de las rectificaciones que del estólido supuesto de mantener y no enmendar. Las dichas obras fueron incorrectamente planteadas, apresuradamente acometidas y despreciativamente orillados los intereses generales, en beneficio de operaciones que se presumen beneficiosas para determinados sectores o empresas. Pero mejor, mucho mejor, es detenerse a tiempo, por tarde que parezca, que empecinarse en el error. Como tiene una larga e irreprimible tradición de meter la pata, el sempiterno concejal de Obras, en lugar de cantar la palinodia, elige el peor camino y, como si los munícipes fuésemos tontos, declara que "dificultades técnicas" impidieron la realización del proyecto.

¡Naranjas de la China! En éste -como en muchos otros casos- las partes que premeditaron un suculento negocio toparon con una oposición ciudadana mayor de la esperada; hicieron cuentas y con negociante pragmatismo resuelven llevarse las excavadoras a otro sitio, rellenar los huecos y cargar en el capítulo de pérdidas irrecuperables la pretensión. Esta zona del barrio de Chamberí se queda sin 332 plazas de garaje, lo que no parece consternar al resto del vecindario. Los habitantes del castizo distrito somos gente estadísticamente amortizable, mayores, vamos, que probablemente han dejado de renovar el carné de conducir. Así que la falta del aparcamiento no lleva el luto a sus corazones. Queda el rabo por desollar: las molestias intangibles y los perjuicios evaluables, especialmente entre los comerciantes e industriales que durante meses han visto disminuir el rendimiento de sus negocios. Como en tantos otros aspectos, que afectan a las relaciones del contribuyente con las administraciones, el eslabón frágil está entre los primeros. Cuando una obra pública sea necesaria y redunde en el beneficio, la seguridad o la satisfacción de los ciudadanos, es de aplicación aquella décima que campeaba en el Consistorio de Toledo: "Por los comunes derechos / dejad los particulares. / Pues vos fizo Dios pilares / de tan altísimos techos, / ¡estad firmes e derechos!". Pero cuando la calamidad y el perjuicio es imputable a la desidia, la imprevisión o el cálculo equivocado y malicioso, lo menos que cabe esperar es la explicación humilde y sincera, acompañada del rescate de los daños, antes de que sean solicitados o exigidos. Aceptemos, incluso, la buena fe y que sea endemoniadamente difícil y costoso reparar el mostrenco lío en que se han metido. Sería más viable y cercano a lo equitativo y hacedero, la remisión temporal de impuestos municipales, un arreglo, incluso individualizado, que facilite la indispensable vía del olvido entre los damnificados.

En su lugar se espolvorean las responsabilidades que, en este caso, van a parar a las empresas concesionarias del trabajo, que, por supuesto, se llaman andana. "Al realizar las calas", informa con demorada displicencia el edil responsable, "la constructora se encontró con una instalación subterránea eléctrica que pensábamos estuviera en otra parte...". O sea, el misterio de la subestación perdida, digno episodio de las aventuras de Indiana Jones. Más de un año, desde el inicio de las obras; zanjas, estrépito, aroma de corrupción, paisaje devastado y dinero, mucho dinero dilapidado, sin presumible rendición de cuentas. A efectos perdurables da lo mismo el color político de los detentadores del poder municipal y de la oposición. Primos hermanos, bien o mal que les pese. Lo importante es que ya no hay obras indeseadas. No parking.

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