_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Machos y hembras

¿Ha contribuido el feminismo a aproximar el mundo de los dos sexos? O, más aún: ¿Han conseguido las igualaciones sociales acercar el temple de los dos sexos? La respuesta del sociólogo Maurice T. Maschino es rotundamente «no». Los hombres alertados en lo que ahora es correcto se contienen de expresar sus opiniones cuando ellas se encuentran delante, pero basta que el corro sea masculino para que salten las groserías de toda la vida. Para que surja, como dice Maschino en Ils ne pensent donc qu"à ça ( No piensan más que en eso . Ed. Calmann-Lévy. 1998)), su «alma de pitecantropo». ¿No ha cambiado pues nada bajo esta la capa de permutaciones, equivalencias legales, estudios universitarios y compañerismos laborales? Poca cosa. Y poco de lo esencial. El hombre sigue pensando en la mujer como en una presa y lo demuestra al primer descuido, desde la vida rural a en la vida ciudadana, desde las cuadrillas de peones a los señores del Parlamento. «Que el hombre siga considerando a la mujer como una pieza -dice Maschino- explica que potencialmente siga siendo peligroso para ella. Unas veces será una compañera de tra- bajo el objeto de su acoso sexual y otras, como en las violaciones domésticas, la propia esposa. Para el hombre la codicia sexual es incomparable a la que siente una mujer. O más que eso: parece, en ocasiones, irrefrenable.

¿No será que ahora, con la liberación femenina, se ve más provocado por el desenfado de las mujeres? Raramente. La mujer en cuanto presa actúa -según Maschino- al modo de las liebres y ¿se ha visto a una liebre provocando a un cazador? No significa esto que no se conozcan casos e incluso que hayan crecido pero, por lo general, cuando la mujer se atreve a la incitación lo normal es que asuste. Y, en la mayoría de los casos, que haga huir. La liberación femenina dista mucho de haberle procurado a ellas grandes beneficios en esta dirección. El hombre sigue atribuyéndose el papel de sujeto de la conquista y recibe mal sentirse conquistado. Como ocurre también a la inversa. Si las cosas no aparecen tan evidentes hoy como hace unos años es porque el machismo no sólo ha dejado de estar de moda; se ha convertido en una abyección. Pero mantiene sus ecuaciones.

Por ejemplo, en el coito. Todavía la copulación es desarmónica en la lógica de su respectivo significado. Cada cual sigue atado a las enseñanzas del patriarcado y, así, mientras para la mayoría de los hombres el acto sexual es un fin en sí, para la mayoría de las mujeres continúa representando un medio para comunicar amor. La disfunción sigue activa y sería ingenuo creer que se ha corregido en lo fundamental.

Efectivamente, las mujeres han ganado legalmente en su de emancipación, pero los hombres no han perdido gran cosa de lo que eran. La prolongada cantinela sobre la crisis de identidad masculina parece, a la luz del libro de Maschino, una invención de Cosmopolitan o Marie Claire . El hombre sigue teniendo claro lo que quiere y si no parece que sea así es sólo porque finge, para hacerse de la manera más conveniente con su «presa» de siempre.

¿Conclusión desoladora? El estudio de Maschino actúa como un acta tan implacable que hasta parece inútil haber escrito un libro para recalcar la obviedad. Si se ha llegado al punto en que consignar lo evidente produce escándalo es por causa del silencio en que se fue hundiendo el discurso masculino y por la alharaca feminista que durante tres decenios ha tapado los hechos de una inextinguida realidad.

¿Machista Maschino? Nada más fácil de deducir por esos sociólogos de gineceo que en estos años han tratado de ganarse al mujerío con sus adulaciones que acabar así. Nada más fácil, también, para las sociólogas que deseen quitarse el asunto de enmedio. Pero las cosas son como son. Para bien o para mal. Para la seducción, para la reproducción, para el dolor, para el acicate del deseo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_