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Alemanes de segunda división

Pilar Bonet

Las altas tasas de paro de Alemania del Este (20,6% de la población activa) perjudican las expectativas electorales del canciller Helmut Kohl y proyectan una imagen de crisis que ensombrece las ventajas comparativas de estas regiones frente a las zonas occidentales. El resultado de las regionales de ayer indican en qué medida la crisis se ha convertido en un bumerán para el político que fue el artífice de la reunificación y que se benefició repetidamente de ello en las urnas. En el Este, donde viven 16 millones del total de 82 millones de habitantes de Alemania, se han creado infraestructuras modernas para sectores punta, los obreros cobran salarios más bajos y hacen menos huelgas que en el Oeste, los alquileres son más bajos, hay una oferta abundante de locales comerciales e industriales y todavía quedan ventajas e incentivos fiscales para los empresarios que se instalen.

En su último informe, el Bundesbank constató que, por primera vez desde la reunificación, las rentas procedentes del trabajo disminuyeron en el este en 1997. Los trabajadores vieron disminuidos sus ingresos en más de un 3%, y esta pérdida no se vio compensada por un incremento de las prestaciones del sector público. El contingente de empleados por cuenta propia, que son el 8,5% de la población activa (en Alemania Occidental, un 11%), se encontraba estancado en 1997 tras haber sufrido un descenso en 1996. Los ahorros de las familias de Alemania del Este en 1997 (una media de 50.000 marcos) están un tercio por debajo de los de las del Oeste. Esta relación ha mejorado respecto a hace ocho años, cuando el promedio de ahorros familiares en el Este era de un quinto de los del Oeste.

Alemania del Este, cuyo tejido industrial de altos costes fue desmontado, no se beneficia como le correspondería de las exportaciones, base de la economía alemana. Con un PIB equivalente al 11% del de la RFA, el Este participa con un 3% en el conjunto de la exportación alemana.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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