Viejos dioses metálicos

De nuevo la grey heavy volvió a citarse para rendir culto a uno de sus clásicos. La cuestión era saber si el grupo iba a ser capaz de sobrevivir a su segundo cantante, Rob Halford, con el que vivieron sus momentos álgidos de gloria. Como demuestra la edición de su álbum Jugulator y la gira de presentación a lo largo de todo el mundo, Judas Priest parece haber hallado en Ripers Owens al solista ideal. De su última obra sólo dieron al respetable tres piezas -Death Row, Burn in hell y Bloodstaineden las que se nota la influencia de un presente del rock en el que los sonidos metálicos entroncan con la ambientación industrial. Desde el primer compás del concierto, estos viejos dioses metálicos renovaron el añejo rito escénico para el cual la velocidad de ejecución, las guitarras eléctricas -desaforadas las de K. K. Downing y Glenn Tipton-, la base rítmica poderosa y una voz atiplada son materia fundamental. Los 5.000 espectadores que presenciaron la actuación, entre los que podía distinguirse a muchos veteranos seguidores del género, agradecían el espectáculo movimiendo con los puños levantados de forma rítmica y coreando los estribillos.