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Schröder halla resistencia en el delfín de Kohl

Pilar Bonet

Gerhard Schröder llegó ayer a la sala de plenos del Bundestag con retraso, cuando el ministro de Hacienda, Theo Waigel, ya había comenzado a hablar. Mientras el hombre de moda de Alemania se recostaba en su butaca a la izquierda de la tribuna, en el sector reservado para los miembros del Bundesrat (Cámara alta), el canciller Helmut Kohl, sentado simétricamente a la derecha de la tribuna, levantó un momento la cabeza y después, volvió a sumergirse en un furioso subrayado fosforescente de los papeles que llevaba consigo. Quienes siguen regularmente las intervenciones del candidato son testigos de su seguridad creciente. Ayer no fue una excepción. Schröder, con aspecto relajado, se sirvió poco de las dos cuartillas que llevaba consigo, improvisó en su discurso y lo estructuró conceptualmente y con claridad. Kohl, con un mensaje más largo y más diluido, no representó un peligro dialéctico para Schröder. No puede decirse lo mismo de Wolfgang Schäuble, el delfín de Helmut Kohl y jefe del grupo parlamentario de la CDU / CSU. Schäuble, que está paralizado en una silla de ruedas desde que fuera víctima de un atentado, fue cáustico. El político se burló despiadadamente del congreso de los socialdemócratas alemanes y de Schröder.

Schäuble no se limitó a la ironía venenosa, sino que supo esgrimir argumentos. Si Schröder quiere una reforma fiscal en Europa, ¿por qué no empieza por desbloquear la reforma de los impuestos en Alemania?, vino a decir. La reforma fiscal podría ser aprobada de un día para otro, si los socialdemócratas dieran el visto bueno, señaló.

Schäuble descalificó a Schröder como político a escala europea, al hacer hincapié en los problemas económicos que tiene su land de Baja Sajonia, fuertemente endeudado. "Las palabras y los hechos tienen que estar próximos", sentenció Schäuble, que aconsejó al candidato no debatir sobre la Unión Monetaria con la demagogia propia de una campaña electoral

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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