Josep Borrell acapara protagonismo entre los invitados a la recepción ofrecida por Jordi Pujol
El ex ministro Josep Borrell, uno de los dos candidatos en las primarias socialistas, pasó ayer de forma fugaz pero notoria por la multitudinaria recepción ofrecida como todos los años por el presidente Jordi Pujol en el Palau de la Generalitat con motivo de la festividad del patrón de Cataluña y de su onomástica. El candidato a candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno mantuvo una breve charla con Pujol antes de volar hacia Sevilla para seguir con su campaña. El presidente del FC Barcelona, Josep Lluís Núñez, fue otro de los centros de atención y recibió centenares de felicitaciones por el recién conseguido título de Liga. Más de 2.500 invitados, representantes de todos los ámbitos de Cataluña, acudieron al tradicional desayuno.
El desayuno instituido por Jordi Pujol para celebrar su santo y el de Cataluña ha crecido año a año, y el de ayer fue masivo y relajado. El nivel relativamente bajo de crispación política (aunque Francisco Álvarez Cascos, el Cesid y los GAL menudearan en las conversaciones) y el nivel relativamente alto del termómetro contribuyeron a la placidez. Desde las diez de la mañana se formaron aglomeraciones en el Pati dels Tarongers, y poco a poco empezaron a girar las mareas de cuerpos. Una de estas mareas, ayudada por un cierto voluntarismo por parte socialista, colocó frente a frente a Jordi Pujol y Josep Borrell. Ambos se saludaron con gran cordialidad, pese a su conocida enemistad política y a las declaraciones efectuadas la víspera por el aspirante ilerdense del PSOE, en las que afirmó que el presidente de la Generalitat era "el peor embajador de Cataluña" en España. Los dos políticos dejaron de lado las hostilidades y bromearon durante unos instantes. Borrell anunció al presidente de la Generalitat que se iba hacia Sevilla, para convencer a los socialistas andaluces de que le votaran a él y no a su rival, Joaquín Almunia. "Eso le será difícil", le respondió Pujol. Josep Borrell fue rápido: "Les diré que usted quiere un presidente catalán para España". "A mí no me meta, no me líe", saltó Pujol con una sonrisa. "Además", siguió, "seguramente no le conviene mi testimonio en este caso". Borrell, que acudió a la chocolatada de la Generalitat junto a la plana mayor del PSC (el primer secretario, Narcís Serra; el presidente del grupo parlamentario, Joaquim Nadal, y el alcalde de Barcelona, Joan Clos), ya se había marchado cuando el consejero de Presidencia de la Generalitat, Xavier Trias, puso las cosas en su sitio: "Borrell es una persona que siempre se ha distinguido por su anticatalanismo", declaró. Josep Antoni Duran Lleida, líder de Unió Democràtica de Catalunya y socio político de Pujol, se sumó a las críticas contra Borrell: "Los principales embajadores de Cataluña en España", dijo, "han sido durante mucho tiempo los ministros del PSC, que han demostrado ser incapaces de hacer cosas positivas para Cataluña desde el Gobierno". Las primarias socialistas centraban las declaraciones. El presidente del Partit per la Independència, Àngel Colom, admitía que el proceso interno del PSOE había hecho de Josep Borrell una auténtica estrella. "Pero una estrella fugaz", precisaba. Al presidente de Iniciativa per Catalunya-Els Verds, Rafael Ribó, la idea de celebrar primarias le parecía muy bien. Tanto, que deberían celebrarse en cada partido, dijo, y no sólo para elegir al primero de la lista, sino a todos sus componentes. Al presidente del PP en Cataluña, Alberto Fernández Díaz, las primarias del PSOE le parecían en cambio una simple "cortina de humo" para encubrir la "falta de alternativas" al Gobierno de José María Aznar. El Gobierno central estuvo representado por el secretario de Estado para las Administraciones Públicas, Jorge Fernández Díaz, que celebraba su onomástica en Barcelona. El hermano mayor del líder del PP catalán tampoco desaprovechó la ocasión de hablar de Borrell, aunque fuera mal: "Una victoria de Borrell en las primarias sería un cataclismo para el PSOE", proclamó el secretario de Estado. Dos ausencias Faltaron dos invitados notorios: el candidato de CiU a la alcaldía de Barcelona, Joaquim Molins, y el ministro de Industria, Josep Piqué. Ambos fueron excusados porque tenían trabajo en Madrid. Mientras los políticos se lanzaban sonrisas y cordiales invectivas, a Josep Lluís Núñez le llovían felicitaciones. El hombre que a mitad de temporada parecía tambalearse por las embestidas del Elefant Blau volvía a ser ayer, con la Liga recién conquistada, el epicentro del barcelonismo y un pilar de la sociedad civil. Cuando la masa de invitados empezaba a descompactarse, Jordi Pujol hizo una breve declaración institucional en la que resaltó el carácter "convivencial, entre dos personas que se regalan el libro y la rosa, pero también entre toda la sociedad catalana", de la festividad de Sant Jordi. En otro momento, el presidente de la Generalitat instó a los catalanes a ser más patriotas y a tener "más autoestima", sin tener en cuenta el rechazo que pudiera existir contra Cataluña. Pujol dijo que Cataluña no era una potencia militar, económica y política, pero podía "ser fuerte gracias a la fuerza interior".
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