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El mundo del revés

Alicia Liddell no recordaba otro cuento que la hubiera entusiasmado tanto entre los muchos que oyó de boca del reverendo Charles Dogson. Esta pequeña de 10 años y sus dos hermanas, Lorina, de 13, y Edith, de ocho, fueron las primeras en adentrarse en un mundo de fantasía, en un país maravilloso al que las llevó el reverendo Dogson cuando el 4 de julio de 1862, durante una excursión en barca por el Támesis, comenzó a narrarles la increíble historia de aquella niña que descubrió un mundo al revés. El reverendo Charles Dogson adoptaría después la identidad de Lewis Carroll, nombre con el que pasó definitivamente a la historia de la literatura gracias a Alicia en el país de las maravillas, un libro que comenzó a gestarse una tranquila tarde de verano. Nieves de marzo, sombreros locos, reinas de corazones y conejos que visten chaleco y gastan reloj salpican las aventuras de Alicia, un cuento que se abre a los niños estos días en el Patio de las Luces de la Diputación Provincial de Almería, gracias a una iniciativa de la Asociación de Amigos del Libro Infantil (ALIN). Los escolares son los protagonistas de esta exposición que recrea el mundo de Alicia. Antes de que el conejo blanco comience a guiarlos por el laberinto que conduce al lugar en el que se encuentra el cuentacuentos, todos los niños deben haberse cubierto la cabeza con un divertido sombrero. A partir de ahí comienza el juego. El escritor y crítico literario Federico Martín Nebras comienza a desgranar historias cuajadas de un trepidante ritmo plástico que reafirma Gabriel López con sus ilustraciones. "Los niños siempre se entregan a las gentes que confían en las palabras, porque ellos las necesitan para ordenar el mundo. Por eso reciben las palabras con tanta ansiedad, porque las palabras son el alimento del alma". Federico Martín acaba de lidiar con el último grupo de escolares que se han sentado a sus pies para escuchar boquiabiertos la historia de la luna que parecía un queso y del globo azul que nunca se rompía. No es un cuentacuentos al uso. Está convencido de que "no hay actividad más seria que el juego" y por eso apoya sus narraciones con libros que parecen gozar de vida propia. Mientras Federico Martín narra sus historias los niños atienden acomodados bajo una mesa cuajada de platos y vasos que pende de sus cabezas. Una clara evidencia de que en el mundo al revés nada es como parece. Junto al cuentacuentos está Gabriel López, un bibliotecario e ilustrador que no cesa de garabatear sobre enormes folios. "La plástica es algo que les gusta mucho a los niños", explica el ilustrador, "muchos de los dibujos que yo hago son recreaciones de dibujos que han hecho los propios niños y que nosotros hemos recogido en los colegios". El objetivo final es conseguir que los escolares se adentren en la lectura de libros. Pero para eso han de poder gozar de ejemplos cercanos. Federico Martín lo sabe bien y, de hecho, una de las conferencias que ofrece a los padres se centra en un claro y contundente mensaje: a leer se empieza y se termina en la casa. Con la exposición de Alicia en el país de las maravillas ALIN concede un respiro en la sobresaturación de celebraciones dedicadas a Federico García Lorca y recuerda que el 98 es momento también de otros centenarios. Los niños han aprendido durante la hora que dura el recorrido por el mundo de Alicia a conversar con el conejo blanco y a enfrentarse a una reina empeñada en cortarles la cabeza a todos. Y, además, han enseñado a sus mayores que soñar no es una empresa imposible.

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