Un agente asegura que una policía local sacó su arma antes de ser ametrallada
Un policía local de Córdoba aseguró ayer que una de sus compañeras que murió acribillada a tiros por el italiano Claudio Lavazza había desenfundado el arma reglamentaria antes de que su agresor abriese fuego contra ella. En una rápida inspección ocular que hizo en el coche policial en el que viajaban María de los Ángeles García y María Soledad Muñoz, este agente vio el arma de María Soledad "sobre la pantorrilla" y semicogida con la mano. Esta versión coincide con la efectuada por Lavazza.
El italiano jefe de la banda de atracadores declaró que vio a una de las policías con una pistola en la mano, por lo que pensó que le iba a disparar. "Pero yo disparé antes", dijo. Las agentes murieron en el acto, según certificaron los forenses, que contabilizaron 14 impactos de bala en el cuerpo de María de los Ángeles García y 13 en el de María Soledad Muñoz. Los disparos se efectuaron a unos 60 centímetros de distancia. Este mismo policía, junto a otro compañero persiguió durante unos instantes al coche en el que huyeron tres de los cuatro atracadores con el vigilante jurado que tomaron como rehén hasta que lo perdieron de vista. Más tarde conocieron a través del equipo de transmisiones que las policías posteriormente asesinadas habían localizado el coche en los Llanos del Pretorio, a donde se dirigieron. Al llegar allí, estos policías vieron cómo el vehículo arrancaba a toda velocidad -Lavazza ya había consumado el crimen que ellos no vieron- hasta que fue interceptado más adelante por otras dotaciones del Cuerpo Nacional de Policía. El agente local sabía que en el asiento trasero del vehículo perseguido se encontraba el vigilante que resultó con heridas que le han causado una paraplejia. Para hoy está prevista la declaración de Manuel Castaño, que en otras ocasiones ha mantenido que vio a Lavazza ametrallar a sus víctimas. Sus manifestaciones van a ser determinantes para conocer si Giovanni Barcia, que conducía el vehículo de la fuga, y Giorgio Eduardo Rodríguez son coautores del crimen. Cuando huían, Lavazza ordenó parar el coche. Barcia lo hizo y esperó a que de nuevo subiera el jefe de la banda, tras matar a las policías, para continuar la huida.
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