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El mejor de los mundos

Antonio Muñoz Molina

ANTONIO MUÑOZ MOLINA Si queda alguien todavía que crea posible alguna relación entre las palabras de los políticos profesionales y la realidad, le recomiendo que lea unas declaraciones recientes del consejero de educación de la Junta acerca de la situación escolar. En cualquier país avanzado del mundo, los informes sobre el estado del sistema educativo tienden a ser alarmantes, y después de décadas enteras de frívola desatención hacia lo que ocurría en las aulas se observa un recobrado interés hacia la enseñanza, en el que hay siempre una parte de constatación de los desastres sobrevenidos en ella y una urgente voluntad de reflexión y reforma. Desde que llegaron al poder, los gobiernos socialdemócratas de Tony Blair y Lionel Jospin han volcado algunos de sus esfuerzos más enérgicos en los problemas de la educación y de la escuela pública. La sensación común es que la formación de los alumnos en materias vitales y básicas tiende a ser muy deficiente, que se ha minado la dignidad de los profesores y se ha perdido en gran medida la tarea civilizadora de la enseñanza. En toda Europa, incluso en EE UU, se va extendiendo una conciencia clara de que los valores de autoridad, disciplina, responsabilidad y aprendizaje, en vez de ser incompatibles con la libertad personal, son absolutamente necesarios para que ésta pueda ejercitarse verdaderamente, y que cuando desaparecen de la escuela quien gana no es la igualdad, sino la desastrosa jerarquía de los privilegiados y los fuertes. Mientras tanto aquí no pasa nada. Aquí va todo como en el mejor de los mundos posibles. Y sin no que se lo pregunten al consejero de Educación, que acaba de presentar un informe que será sin duda la envidia de las autoridades educativas de otros países más desdichados e incultos que el nuestro. El consejero de Educación, dotado de cifras, de porcentajes misteriosos, de jubilosas estadísticas, acaba de anunciar, por ejemplo, que los resultados escolares en Andalucía han mejorado un 5%. Siendo tan partidarios de la pedagogía bondadosa de no puntuar ni calificar, ¿en virtud de qué criterios aritméticos han alcanzado esa cifra los directivos de la consejería? Hace unos meses, se presentó otro informe sobre la educación en España, casi tan optimista como el del consejero, y en él se decía que el 90% de los alumnos de secundaria era incapaz de escribir sin faltas de ortografía, dato que no parecía provocar la menor inquietud entre los redactores del informe. Pero en el informe del consejero andaluz no se habla de ortografía. Se mencionan, eso sí, algunos logros espectaculares, aunque enigmáticos. Por ejemplo, que el 80% de los alumnos evaluados conoce e identifica los principales (sic) elementos de su entorno. ¿A qué elementos, a qué entorno se referirá el consejero? ¿A los semáforos, al agujero de la capa de ozono, a las patrullas de la policía municipal, a las tiendas de chucherías que suele haber cerca de las escuelas? Otro porcentaje aún más triunfal, pero también más enigmático, es el 90,2 de los que reconocen conceptos relacionados con el patrimonio cultural andaluz. Visto lo que las consejerías y las autoridades en general suelen entender por cultura, y por cultura andaluza, confieso que no acabo de imaginarme con detalle en qué consisten esos conceptos que los escolares andaluces reconocen con una seguridad tan meritoria. ¿La bata de cola, los cuadros juveniles de Velázquez, las diez mil procesiones, romerías y ferias transmitidas en directo por la televisión andaluza, el último trabajo de María del Monte, las tostadas con manteca colorá...? Lo que sea, es mucho, no cabe la menor duda. Pero los escolares no son sólo pozos de sabiduría, según el informe del consejero: también son modelos de convivencia y -ahora viene una expresión estupenda- desarrollo sociopersonal. Muestran mayoritariamente actitudes de respeto y tolerancia hacia las diferencias de tipo sexual, se interesan por otras culturas, por otros grupos étnicos. El consejero no lo dice en su informe, pero cabe suponer que en lo que antes se llamaba recreos, los escolares, en vez de entregarse bárbaramente a juegos sexistas, se reúnen, chicos y chicas, o chicos/as para decirlo más propiamente, y cantan a coro bellas melodías de nuestro rico acervo folclórico o discuten sobre las ventajas de la mezcla de culturas o de las alternativas no patriarcales de la sexualidad... Creo que una parte considerable de quienes trabajan a diario y de verdad en la escuela, quienes asisten a su deterioro, a su abandono, a su trivialización, quienes a pesar de todo eso se esfuerzan sin recompensa por hacer bien un trabajo imprescindible -también los hay, desde luego, que se dejan llevar, y se vuelven cómplices de la degradación de la enseñanza-, estarán de acuerdo conmigo en felicitar al señor consejero. Su informe no tiene mucho que ver con la realidad, pero como ejercicio de la imaginación no carece de méritos. Igual se anima el consejero y nos ofrece pronto una novela de ciencia-ficción.

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