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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Testigo del siglo

HAY VIDAS que alcanzan la condición de cabales al margen de la voluntad de quienes las protagonizan. La de Octavio Paz ha sido una de ellas. Poeta, ensayista, crítico literario y diplomático, la larga existencia de este intelectual mexicano le permitió ser testigo de las grandes convulsiones políticas, sociales y culturales del siglo XX. Estuvo en España durante la guerra civil como escritor antifascista; vivió el París difícil de la gran resaca de la II Guerra Mundial; fue embajador de México en la India hasta que en 1968 renunció a su cargo tras la matanza de estudiantes en Tlatelolco, de la que responsabilizó al Gobierno de Díaz Ordaz. Desde entonces fundó revistas, escribió sin cesar y dictó cursos y conferencias en todo el mundo. En 1981 le concedieron el Premio Cervantes, y en 1990, el Nobel de Literatura.Se puede afirmar sin exageración que el conocimiento y el interés de Paz fue enciclopédico, y así consta en sus numerosos ensayos sobre la historia y la política mexicanas, las peculiaridades del ser y el estar de sus conciudadanos, las culturas orientales, el amor, el erotismo, las vanguardias artísticas... Su labor de crítico literario alcanzó cotas irrepetibles, como en las páginas dedicadas a Sor Juana Inés de la Cruz, Rubén Darío, Pessoa o Cernuda, entre otros,_y construyó un mundo poético personal e intransferible que le catapultó al más selecto grupo de poetas en lengua española del presente siglo.

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La muerte de Octavio Paz conmociona al mundo cultural en lengua española

Es en el plano político en el que su posición ha sido más discutida. Su inicial pasión revolucionaria fue evolucionando hacia un descreimiento cada vez mayor; os artículos sobre la insurrección de Chiapas, en los que adoptó una actitud claramente antizapatista, dieron pie a críticas, anatemas y descalificaciones. Quien fue deslumbrado por la revolución en su juventud, quien mantuvo un comportamiento ético intachable en su madurez y quien demostró un enorme talento creador, alcanzó en su vejez la condición de apestado por quienes aplican dogmáticamente la plantilla de la historia. Cualquier polémica sobre el papel político de Paz no empece su ejemplaridad en tantos otros asuntos.

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