Torquemada y la tierra prometida
Hace tres años, un rayo divino hendió la torre de la iglesia de Algete en un imprevisible autoatentado de la irascible deidad contra su patrimonio terrestre, una iglesia, para más inri, consagrada a la Asunción de la madre de Dios a los cielos. Inescrutables son, así me consta, los designios del Altísimo, y de poco sirve la mediación de santa Bárbara cuando el Jefe echa chispas y reparte centellas. Para lección de escépticos y moraleja de descreídos que no entendían la necesidad de semejante acceso de ira, la torre del templo parroquial rebrotó al poco tiempo, mejorada y rehabilitada con fidelidad al modelo original, provista de nuevas campanas y de un sofisticado mecanismo de alta tecnología, un mando a distancia, larga distancia, que las ponía en movimiento con una simple presión digital. El milagroso artefacto concitó la expectación del vecindario y la del propio párroco, detentador del prodigioso artilugio. Vecinos hay de la cáscara amarga que en su día acusaron al cura de excederse en el uso de tan práctico invento, haciendo sonar las campanas de forma extemporánea, al margen de los horarios y los ritos establecidos. Sin duda tomaron por presunción y orgullo lo que no era sino afán de probar y experimentar científicamente con el invento para conocer sus limitaciones, su cobertura y su radio de acción. Poco tiempo después de tales experimentos, don Ángel Monterroso Ayuso, el párroco electrónico, dejó su parroquia para vivir,. durante dos meses, una experiencia misionera en Santo Domingo. En salomónica correspondencia, el obispo de la diócesis ha designado para sustituir al párroco campanero y misionero eventual a un sacerdote oriundo de tierras de misión, el camerunés Desiré Essis.
La parroquia de Algete tiene, según el último censo, 13.325 habitantes, diseminados en diversas urbanizaciones, horizontales y verticales, que forman un cinturón de ladrillo y cemento alrededor del casco antiguo de la villa, cuyas arterias principales conservan su antigua y predemocrática denominación. La calle mayor para José Antonio y la plaza del Ayuntamiento para el Caudillo. En esta zona aún se conservan algunas casas tradicionales de ladrillo visto y de aparejo toledano (ladrillo y tapial, con o sin cantos rodados) de las que da cuenta Miguel Alcobendas Fernández, maestro y cronista algeteño, en su ameno libro Crónicas de Algete.
En Algete, tierra que fue de bosques, más tarde de viñedos y luego de cereal, se sigue cultivando trigo, en franca regresión ante el avance de las hormigoneras y los bulldozers. Aquí -comenta un vecino que prefiere guardar el anonimato- muchos dicen que viven de la agricultura y de lo que viven es de ir vendiendo sus trigales a las inmobiliarias.
La demanda de viviendas accesibles para jóvenes parejas crece en Algete y trae de cabeza a su alcalde, Carlos Torquemada, del PP. La escasez de suelo edificable en esta zona, cercana a la capital y bien comunicada, genera grandes negocios y grandes problemas que denuncia la revista comarcal Travesía del Norte en su primera página con estos titulares: 'Algete: tres concejales del PP votaron la recalificación de sus propios terrenos'. 'Más de doscientas personas que exigían la construcción de vivienda social fueron desalojadas del pleno'.
El pleno del pasado 25 de marzo estuvo a punto de terminar como el rosario de la aurora. 'Torquemada no aguantó la presión popular', titula Travesía en su información de las páginas interiores, donde un aspirante a vivienda social, indignado y dolido, afirma que los desalojados sólo pedían una modificación de las normas subsidiarias para poder construir sus 400 viviendas. "Al Ayuntamiento no le cuesta un duro... Ya tenemos el suelo, que es privado, y la financiación de los bancos", explica el vecino frustrado. Pero la cosa no es tan sencilla, nada es tan sencillo si anda por medio Nicolás Piñeiro, infatigable y movedizo líder del PRIM, Partido Regionalista e Independiente de Madrid, dependiente del otrora tránsfuga famolo en la Comunidad, que tiene en Algete su feudo y su escaño de concejal en la corporación del municipio, cuyos plenos caldea con fogoso verbo. En el del 25 de marzo, Piñeiro, todo un experto en estos temas, leyó un informe en el que se argumentaba -dice Travesía- el porqué los tres concejales propietarios de tierras no podían votar en nada relativo al plan general.
Una vez encendida la mecha de la polémica pasó a discutirse el tema de la cooperativa de viviendas sociales, otra iniciativa del inquebrantable adalid del PRIM, esta vez en su papel de Moisés marcando el camino de los cooperativistas hacia la tierra prometida.
Existen dudas más que razonables, escribe en el editorial de la revista algeteña La Voz Ángel Luis Menéndez, sobre el cumplimiento de tales promesas. Los propietarios de la tierra prometida que Piñeiro ha señalado con su báculo y muestra en fotografías no están dispuestos a desprenderse de ella y los informes bancarios presentados no se comprometen a nada.
Para desintoxicarse después de respirar tan enrarecido ambiente conviene volver a las Crónicas de Algete. Dedicar un recuerdo a las hermanas Ofelia Nieto y Ángeles Otein (inversión de Nieto), primerísimas figuras de la escena lírica internacional de principios de siglo, privilegiadas sopranos, ruiseñoras de la campiña de Algete. Y honrar con un brindis torero la memoria de Remigio Frutos, El Algeteño, picador, novillero, empresario taurino y alcalde de la localidad, que murió de las secuelas de una cornada que le dio un toro de cinco años y treinta y dos arrobas, cuando el diestro había cumplido ya los setenta y un año
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