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Pol Pot, incinerado en el olvido en la selva

Una pira funeraria de neumáticos y muebles viejos calcinó ayer en apenas 15 minutos los restos de Pol Pot, el sanguinario tirano de los campos de la muerte camboyanos, fallecido el jueves a los 73 años de un ataque al corazón en una cabaña próxima a la frontera tailandesa. Su cadáver fue incinerado muy cerca de la choza donde expiró, en una ceremonia budista sin boato a la que sólo acudieron una veintena de sus antiguos seguidores: los jemeres rojos, que al parecer habían vendido la exclusiva de la ceremonia a una cadena japonesa de televisión. Casi dos millones de personas murieron entre 1975 y 1979, víctimas de la hambruna y los trabajos forzados, durante la dictadura que encabezó Pol Pol en Camboya. El féretro de Pol Pot, cubierto por una manta y ramos de flores, fue depositado en la pira funeraria junio con sus enseres personales: su bastón, su colchón y su silla favorita. Las ramas secas y los neumáticos usados avivaron rápidamente el fuego. No hubo sermones fúnebres ni panegíricos que acallaran el eco de los disparos de la artillería de PImom Penh, que intenta expulsar a los jemeres rojos de su último reducto en suelo camboyano.

La última voluntad de uno de los peores tiranos del siglo XX fue que sus cenizas fueran esparcidas por los lugares donde vivió.

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