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LA CRISIS DE LAS ESCUCHAS

El Gobierno del PSOE desmanteló en 1995 las escuchas del Cesid a HB, salvo en Vitoria

Miguel González

El Gobierno socialista ordenó, a finales de 1995, el desmantelamiento de los sistemas de espionaje montados por el Cesid en torno a numerosas sedes de HB ante el temor de que el ex agente Juan Alberto Perote, que se había llevado del centro abundante documentación sobre dichas operaciones, pudiese filtrarlas. Esta medida, de carácter preventivo, tuvo una única excepción: el local de HB en Vitoria, debido a la importancia de la información que allí se obtenía. La base de escuchas que el Cesid instaló sobre esta sede quedó al descubierto el pasado 31 de marzo, de forma aparentemente casual.

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Guerra de filtraciones o caza de fantasmas

El escándalo de los papeles del Cesid, que estalló en junio de 1995, obligó al Gobierno del PSOE a suspender o anular un buen número de operaciones del servicio secreto, incluidas las que afectaban al entorno de ETA. Los responsables socialistas tenían buenas razones para temer que estas actividades quedasen al descubierto: en el índice que el juez militar incautó un año después en la celda del ex coronel Perote aparecieron relacionados media docena de documentos referidos al espionaje de las sedes de Herri Batasuna en Vitoria, Bilbao, San Sebastián y Pamplona. Existía, además, un inquietante precedente: en abril de 1992, a los cinco meses de la salida de Perote del Cesid, el abogado de HB Txema Montero fue avisado de la existencia de un micrófono en su despacho. Aunque nunca e pudo demostrar el origen del chivatazo, el servicio secreto siempre sospechó del antiguo jefe de su Agrupación Operativa.

Los generales Félix Miranda y Jesús del Olmo, que tomaron la dirección del Cesid tras la dimisión de Manglano, recibieron el encargo de suspender estas operaiones, al menos temporalmente, mientras se preparaba una norma que les diese cobertura legal, que nunca llegó a aprobarse debido al anticipo de las elecciones.

La única excepción a este repliegue general afectó a la vigilancia sobre la sede de la coalición radical en la capital vasca. Aún asumiendo el riesgo de una filtración, se decidió mantenerla operativa, si bien su actividad quedó reducida al mínimo.

La decisión se basó en la calidad de la información que allí se obtenía -origen, según las fuentes consultadas, de la captura de varios comandos de ETA- y en el convencimiento de que no sería fácil volver a montar una base del Cesid justo encima de un local de HB.

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Varios ex responsables socialistas están convencidos de que no ha sido casual el reciente descubrimiento de la única escucha sobre HB que se ha mantenido ininterrumpidamente desde los tiempos de Perote y que tampoco es una coincidencia que este hecho se produjera justo el mismo día en que el Supremo ratificaba su condena a siete años de cárcel.

En el Ministerio de Defensa, donde se ha barajado esta hipótesis, entre otras, no se cree que haya razones de peso para dudar de la versión oficial: que los pinchazos se descubrieron casualmente cuando se cambiaba la centralita telefónica de la sede.

El hallazgo pareció sorprender a los batasunos tanto como a sus vecinos del piso superior -al parecer, dos suboficiales del Ejército adscritos al Cesid-, que al sentirse descubiertos huyeron precipitadamente con dos grandes bolsas de deporte.

De su lado, los representantes de la coalición tardaron seis horas en presentar la correspondiente denuncia ante el juzgado de guardia. Sólo lo hicieron después de que sacasen de la sede todo el material que pudieron cargar en una furgoneta, quizá para ahorrarse explicaciones cuando sus dependencias fueran objeto del previsible registro judicial.

Fallos de seguridad

El hecho de que los dos agentes se dejaran en su huida una nómina con el nombre real de uno de ellos -según otras fuentes se trataría de un sobre comercial de una revista técnica a la que estaba suscrito, lo que a efectos judiciales resulta equivalente- ha dado pie a todo tipo de chanzas y especulaciones, hasta el punto de que se ha apuntado la posibilidad de que fuera una trampa para implicar al servicio secreto. Antiguos miembros del Cesid disculpan hasta cierto punto el descuido de sus compañeros, alegando que, para no llamar la atención de los vecinos, uno de ellos residía de forma continuada en el piso desde hace años; acudía regularmente a las reuniones de la comunidad e incluso una vez se coló en la sede de HB pretextando una fuga de agua.

"En esas condiciones", afirman las fuentes consultadas, "es comprensible, aunque reprobable, que a la larga se vaya produciendo una relajación y que hasta el agente más experimentado acabe bajando la guardia".

No fue ése, sin embargo, el único fallo de seguridad que se produjo. El diario Egin publicó el pasado 7 de abril un documento que demuestra que desde el piso ocupado por los dos agentes se llamaba a un número contratado oficialmente por el Cesid, cuando la prudencia más elemental aconseja que el teléfono de contacto figure a nombre de un abonado ficticio. Al centro no le sirve la excusa de que los datos de Telefónica sean confidenciales, pues no es la primera vez que HB, dotada naturalmente de sus propios servicios de espionaje, demuestra que no son inviolables los archivos de dicha compañía.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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