De la ansiedad a la locura
Con ansiedad, excitación, sufrimiento. El Camp Nou se convirtió ayer en músculo, en gemido. El estadio se preparó para una fiesta y se vio sumido en una tortura. Fue un eterno matchball que duró 77 minutos. La Liga se hizo esperar. Un solo paso separaba la gloria de la conmoción. Y en medio, el abismo. El público se temió lo peor. Coreó el grito de "¡campeones!" casi para ahuyentar el pánico, como para recordar que el empate bastaba.Nadie había previsto un escenario así. La euforia había borrado al fútbol. Todas las piezas aparecieron, antes del partido, como un puzzle perfecto. El Camp Nou se había vestido de gala para celebrar la fiesta anunciada. Las gradas, abarrotadas, cumplieron con la liturgia y el protocolo: hacía tiempo que no ondeaban tantas banderas azulgrana y senyeres, y no faltó por los altavoces Els segadors cuando Jordi Pujol, presidente de la Generalitat, junto al alcalde de Barcelona, Joan Clos, apareció por el palco. Hubo gestos para la cordura: los jóvenes seguidores -Almogàvers, Sang Culé, Unibarçataris y Boixos Nois- regalaron a la afición dos inmensas pancartas, en puntos opuestos, en las que se leía: "Barça, sí; violencia, no". Otra, en cambio, pedía: "Aznar, llorón, saluda al campeón".
Nadie se perdió la cita. Guardiola, el capitán elegido por Van Gaal, lesionado casi toda la temporada, estuvo en el campo. Acababa de regresar de Francia, donde ha estado reuperándose de una lesión de la que todavía no ha sanado. Junto a Figo, que le ha sustituido en el puesto con maestría. El portugués pagó ayer el partido de suspensión que debía haber cumplido hace una semana, en Mérida, el Comité de Competición no hubiera colgado el cartel de cerrado por vacaciones en Semana Santa. Todos, Sergi, Iván, Baía, Amunike, se vistieron de corto para saltar al césped cuando todo acabó.
Y mientras, un batallón de periodistas holandeses deseaban ver el primer triunfo de Van Gaal en el Barça. No se lo esperaban. El técnico ha hecho en su primer año algo que no hizo ni, siquiera Cruyff. Y seguramente tampoco intuyeron tanta tensión, Van Gaal recurrió a Pizzi, tan mágico en el estadio, para excitar al equipo. Ni así. Radimov falló ante Hesp y Giovanni replicó acertando ante Juanmi. El gol del brasileño fue el final de un larguísimo parto, un estallido, un rugido de alegría, la 15ª Liga, la quinta de esta déca
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