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Yeltsin y la Duma libran hoy su segunda batalla por la jefatura del Gobierno

Borís Yeltsin y la Duma libran hoy su segunda gran batalla en dos semanas con Serguéi Kiriyenko como convidado de piedra. El ex ministro de Energía, de 35 años, sacado casi del anonimato por el líder del Kremlin tras destituir el 23 de marzo a Víktor Chernomirdin, no tiene el panorama más despejado que el pasado viernes. El líder comunista, Guennadi Ziugánov, insistió ayer en que ni sus diputados, ni sus aliados, votarán por quien 11 no tiene programa, ni posición clara, ni suficiente experiencia". Si la votación es nominal y a mano alzada, la tercera ronda está asegurada. Yeltsin siguió tocando ayer todas las teclas a su alcance para lograr salirse con la suya e imponer una vez más su voluntad al Parlamento, en medio de un ambiente turbio y lleno de especulaciones que a veces se salen del marco de la ley. El presidente del Tribunal Constitucional, Marat Baglai, tuvo que salir al paso (para rechazarlas) de las declaraciones del consejero de Yeltsin SerguéI Shajrái, que amenazó a los comunistas con que unas elecciones anticipadas podrían celebrarse con un sistema mayoritario a dos vueltas, lo que probablemente costaría al partido de Ziugánov un buen puñado de escaños.

Kiriyenko se reunió ayer con los representantes de varios grupos de la Duma, incluidos los comunistas y sus aliados, pero no parece que sacase mucho fruto de esos contactos.

Las cuentas siguen sin salirle, aunque en los últimos días haya logrado dos apoyos importantes: el del presidente de la Cámara baja, el comunista Guennadi Selezmov, y el del alcalde de Moscú, el presidenciable Yuri Luzhkov, quien ayer pidió abiertamente a los diputados de la capital, con independencia de su militancia, que voten por quien, en su opinión, "está dispuesto a proseguir una política de reformas". Kiriyenko está haciendo bien su trabajo, actúa como si no llevara colgada la etiqueta de interino, se mueve con soltura, habla con una precisión por la que Chernomirdin pagaría un millón de dólares y, sobre todo, mantiene el tipo. Se adivina tras quien insiste en reducir su identidad política a la de un "hombre del presidente" a un ambicioso en espera de que llegue su momento. Pero su suerte no depende de eso, ya que por ahora es un escudo que recibe golpes que van dirigidos a Yeltsin. Este volvió a montar ayer el espectáculo. Con las cámaras de televisión delante, aseguró que está "mejor que nunca" y que viajará el sábado a Japón como estaba previsto. Y con el maletín nuclear a mano.

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