El Ulster espera entre el escepticismo y la ansiedad el desenlace de las conversaciones
El furibundo predicador protestante lan Paisley estaba ayer curiosamente de buen humor. No le duró mucho, pero bromas hizo y hasta compartió algún que otro chiste con algunos de los incrédulos periodistas de Belfast que le vieron llegar bajo la lluvia hasta la improvisada sala de prensa en los predios del castillo de Stormont. Fue algo más que una sorpresa. Ian Paisley en Stormont? Nadie se lo esperaba. Al veterano líder del radicalizado Partido Unionista Democrático (DUP), que boicotea el proceso de paz, se le veía una gran satisfacción publicitaria en el rostro.
"Bueno", dijo con ese vozarrón que estremece dominicalmente a su avejentada grey desde el púlpito de su templo de Belfast, ''si la prensa no viene hacia mí, pues yo voy a la prensa".Soltó una carcajada y ella fue el prólogo de una perorata contra lo que el primer ministro británico, Tony Blair, y su colega irlandés, Bertie Ahern, están tratando desesperadamente de lograr en las salas de Stormont antes de que esta medianoche venza el plazo para un histórico acuerdo de paz.
Pero Paisley reservó su artillería pesada no para atacar al Sinn Fein de Gerry Adams ni a su implacable brazo militar, el Ejército Republicano Irlandés (IRA). El reverendo lan Paisley disparó andanadas contra David Trimble, su correligionario protestante que lidera el Partido Unionista del Ulster (UUP) y que alimenta la ilusión de muchos de ver el naufragio de este proceso de paz en Irlanda del Norte. "Dejar que Trimble hable en nombre de los protestantes unionistas del Ulster es como dejar que un serbio represente a los croatas", dijo.
Ahí, este hombre que ve a Trimble como "un traidor" por acudir a las negociaciones iniciadas hace 21 meses se dejó de parábolas y recobró su familiar tono apocalíptico. "Todo aquel que cree que lo que está pasando ahí es en bien de la paz no entiende nada", dijo señalando con el pulgar la dirección del castillo de Stormont. Incluso si esta noche se firma un acuerdo, Irlanda del Norte debe esperarse "cualquier cosa menos paz", profetizó. "El Sinn Fein y el IRA van a volver a la carga", dijo, "y Trimble no tendrá más remedio que ir desapareciendo de escena".
Serenidad
Más serenos aunque no del todo optimistas eran los pronósticos que se hacían, por ejemplo, en una fábrica de pinturas de Belfast, donde un obrero llamado Michael Cowan trabajaba con la radio a la mano."Las próximas 48 horas son decisivas", dijo Cowan, un católico de 44 años que vive en un barrio protestante del este de Belfast. "Pero no es la primera vez que nos hacemos ilusiones. Hemos visto un desfile de proyectos, nos hemos empachado de discursos y promesas políticas. Para que algo cambie en Irlanda del Norte se necesita un milagro y a Blair todavía no le veo la cara de santo", dijo.
Una mujer con la compra en los brazos y que esperaba el autobús en la esquina de otra factoría sonrió y se encogió de hombros cuando se le preguntó si el día de mañana, si es que hay acuerdo, cambiará su vida. "Hay que ver qué pasa después de que los políticos se hagan la foto y se repartan abrazos", dijo.
Precisamente eso es lo que está en la mente de mucha gente de Belfast, los protestantes, los católicos y los ateos: incluso si los antagonistas del más antiguo conflicto de Europa occidental estampan su firma al pie de las 65 páginas del documento elaborado por el mediador norteamericano George Mitchell, ¿quién garantiza que los pistoleros de uno y otro bando van a acatar la mayoritaria voluntad de paz?
De hecho, por Falls Road, el bastión republicano de Belfast circulaban ayer rumores de que el Ejército Irlandés de Liberación Nacional (INLA) y otras agrupaciones extremistas ya han iniciado una campaña para reclutar miembros. "Ya no buscan soldados", dijo un vecino. "Parece que los más cotizados son Jóvenes con algún conocimiento de técnicas de demoliciones". En el lado protestante pocos quieren hablar de la última noticia. Es en realidad un rumor: la denominada Fuerza de Acción Protestante, un oscuro grupo activo en los inicios de la guerra de treinta años y que todos creían extinto, está planeando una reaparición y mucho más ruidosa que la de Paisley.
Hablan de miedo
Más que de odio, la gente de Belfast habla de miedo. Miedo a que fracase este histórico intento. Por eso, genuino temor había entre los centenares de empleados públicos que salieron ayer a las calles de Belfast para denunciar las amenazas de muerte de la milicia protestante y probritánica que se hace llamar Fuerza Lealista del Ulster.La LVF, que en enero mató a varios taxistas y con ello engrosó su violento prontuario, quiere ahora castigar a todo ciudadano que preste servicios a un gobierno local "cómplice de la gran conjura contra los protestantes". "No será un plan perfecto, pero por lo menos contiene algunas ideas", opinó un joven contable municipal que desfiló con la manifestación. "Por lo menos hoy tenemos alguna esperanza de salir de este sangriento embrollo", dijo.
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