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Entrevista:

"Alguna universidad privada, más que enriquecer, genera distorsiones"

La entrevista se celebra justo antes de las vacaciones de Semana Santa, los estudiantes han organizado no una, sino dos fiestas en el campus, y las notas de The Verve, Alejandro Sanz y Barbie girl se entremezclan en el despacho de Raúl Villar, de 49 años, con alboroto colosal. Lo más divertido del caso es que el rector de la Universidad Autónoma de Madrid, lejos de incomodarse, esboza alguna sonrisa furtiva de cómplice regocijo. "Siempre hay quien te tacha de libertino, claro, pero yo creo que estas cosas también forman parte de la vida universitaria", confiesa.Villar, catedrático de Física de la Materia Condensada, comienza su segundo mandato al frente de esta universidad -35.000 estudiantes y 36 titulaciones- con ánimo radiante y humor magnífico, un estado de ánimo bien diferente al que se le quedó con motivo de su reelección, el 23 de enero Aquel día el claustro le negó su apoyo en la primera vuelta y sólo se lo concedió por el exiguo margen de un voto en la segunda.

Pregunta. ¿Ha olvidado ya el mal trago de aquella votación tan accidentada?

Respuesta. Ése es un capítulo ya superado, sí, sobre todo porque la propia universidad lo ha superado también y un rector debe tener un carácter poco rencoroso. Es cierto que la primera vez tuve una elección muy dulce y pensé que la segunda sería parecida, porque creo contar con un apoyo amplio y porque no había contrincante. No caí en la cuenta, en cambio, de que cuando uno ya ha ejercido de rector puede encarnar el malestar por muchas cosas, incluso por la congelación de salarios, y a mí esta vez me cayeron todas encima.

P. Es curioso que en los anales haya quedado como su primera promesa, nada más llegar al rectorado la instalación de microondas por todo el campus para que los muchachos comieran caliente. ¿La cumplió?

R. Sí, ahora hay microondas por todas partes... Y aunque hubo gente a a la que chocó, lo cierto es que aquello tenía su sentido. Había estudiantes que, por falta de espacio en la cafetería o por sus costumbres familiares, reclamaban rincones donde estar tranquilos en la facultad, y ese planteamiento me parece muy interesante: la universidad no se debe componer sólo de aulas, bibliotecas o laboratorios, sino también de sitios en los que estar, conversar y relajarse.

P. Parece que habla usted en términos de calidad de vida.

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R. Ésa es, precisamente, una de mis mayores ambiciones para este mandato: la calidad de vida de la comunidad universitaria. Eso y la calidad docente en el campus, pero desde una perpectiva más global que la de los meros planes de estudios.

P. En el afán de procurarle más recursos a la universidad, ¿es lícito plantearse fórmulas de financiación alternativa como el zoco comercial que pergeña en Vicálvaro el centro social Ramón Carande?

R. Cualquier iniciativa debe estudiarse muy a fondo, porque, además de la cuestión económica, encarnamos una serie de valores y tradiciones que hay que cuidar de manera especial. Estamos hablando de la enseñanza superior de la juventud española, no de una empresa que mañana pueda quebrar. Por ello, la financiación pública debe ser básica, suficiente para las necesidades prioritarias y acorde con nuestro entorno europeo: alrededor del 1,7% del PIB. Luego sucede que, en una sociedad de mercado, el interés por el buen funcionamiento de las universidades debe ser de toda la sociedad, y en especial de las empresas. Pero no se olvide: una firma comercial no paga al profesor o al personal de la administración. Y tampoco compra los pupitres.

P. En materia de dineros, los rectores madrileños parecen razonablemente satisfechos con el trato que les dispensa el Gobierno regional. ¿Es que la Administración central era más insensible con sus necesidades?

R. Cayetano López, mi antecesor, entró en 1985 y vivió años de cierta bonanza. Luego llegó la descapitalización, como dicen los economistas, quizás porque en ese momento se crearon algunas otras universidades públicas. Lo cierto es que, desde la transferencia, esto ha ido mejorando un poquito. Y es mucho más positivo que las cosas mejoren un poquito a que sigan empeorando.

P. Sin embargo, usted defiende que las tasas no suban por encima del índice de precios al consumo. Y, en ese sentido, tiene que entendérselas con un director general de Universidades que preconiza todo lo contrario.

R. Quizás no tengamos las mismas ideas al respecto. Yo creo que las tasas son adecuadas a la tradición histórica del país ya nuetsro entorno europeo, y que lo fundamental para resolver losproblemas financiación pasa po que la administraciones aumenten su grado de compromiso.Ya sé que la Comunidad entiende que las tasas son baratas para ciertos estudiantes y que, con los ingresos de una subida apreciable, se podríamejorar el programa de becas. Lo que sucede es que esas cosas son más bonitas en la mesa que en la realidad. Británicos y norteamericanos que asumieron responsabilidades universitarias en la época de Thatcher y Reagan me han comentado que encarecer un 2% un servicio público puede parecer poca cosa, pero conduce a la marginación a un grupo muy considerable de gente. Y por esas mismas experiancias tampoco tengo claro que se mejorase el sistema de becas.

P. En todos estos años usted ha tenido que asumir una creciente competencia: de 1994 a esta parte han abierto universidades privadas, como la Alfonso X el Sabio o la Europea, y una sexta pública, la Rey Juan Carlos. ¿Hasta qué punto han enriquecido estos centros el panorama de la enseñanza superior madrileña?

R. La Rey Juan Carlos está en vías de enriquecerlo. Todavía tiene que despegar, pero su creación ha sido concebida con cuidado y propiciará la consolidación universitaria en el sur, lo cual implica un saludable contagio de cultura para la zona. En cuanto a las privadas, alguna, más que enriquecer, genera distorsiones, y la Autónoma ha sufrido una muy grave con el tema de Enfermería [los alumnos de la Alfonso X comparten prácticas con los de la Autónoma en el hospital Severo Ochoa de Leganés]. Lo lamentable es que todo se haya producido gracias a la complicidad de una institución pública, el Insalud, que ha actuado a favor de una universidad privada en detrimento de nuestra escuela.

P. ¿Por qué se ha involucrado el Insalud en un asunto en el que la propia Comunidad de Madrid ha advertido que se violaban sus competencias en la materia?

R. No lo sé, pero ese trato de favor a las privadas es muy irresponsable. El Insalud aduce que percibe no sé cuántos millones de esas universidades, pero el argumento no es de recibo. Entre otras cosas, porque igual terminamos privatizando el Banco de España: sin duda, la banca privada ofertaría grandes cifras.

P. En esa convivencia entre los distintos campus, ¿cómo vive usted la batalla que cada año dirimen algunas de sus facultades más emblemáticas, como Derecho o Medicina, con sus homólogas de la Complutense o Alcalá?

R. Yo no percibo rivalidad. Las relaciones son de leal competencia y de estrecha colaboración. Lo indudable es que tenemos clientes para todos y somos conscientes de una situación elemental: en muchos casos, el hecho de que un estudiante desembarque en una u otra universidad depende de una sola décima.

P. Pero esa imagen de colaboración no coincide con las disputas en las que a veces se enzarza la clase docente.

R. Hombre, esas cosas pueden existir, e incluso yo las puedo conocer. El otro día leí en su periódico que a uno, de cada tres españoles le chincha que le toque la lotería al vecino, lo que demuestra que la envidia al éxito ajeno es un fenómeno muy humano, internacional y también presente, desde luego, en la universidad, donde siempre hay gente prestigiosa y relevante. Pero esos recelos son sarampiones de juventud, porque llega un punto en el que todo lo relativizamos más. Sobre todo, los que hemos vivido una época en la que esa idea de pelearse con los demás para hacerse hueco no la teníamos tan asumida.

P. ¿También sus alumnos de Física para no científicos hacen gala de ese extraordinario afán por la competitividad?

R. Muchos tienen esa idea metida. en la cabeza, sí. Pero yo creo que ese fenómeno está más influido por sus familias o por algunas opiniones sociológicas que por la propia realidad.

P. ¿Le sorprendió la multitudinaria respuesta de los estudiantes en este campus, con las manos pintadas de blanco, tras el asesinato de Tomás y Valiente?

R. No. Aquella mañana, los estudiantes expresaron y dieron todo lo que llevan dentro. Ellos no son pasotas: son responsables y se preocupan por lo que pasa en su país y su entorno. Sólo que ven la vida de otra manera.

P. Cuando finalice su mandato, en el 2002, y esta universidad sume 17 años de rectores de Física, ¿habrá que cederle el testigo a un compañero de letras?

R. Yo creo que la ilusión y la capacidad de diálogo pueden surgir desde cualquier disciplina. Es posible que esas cosas se valoren después de dos rectores físicos, pero no las encuentro nada fundamentales. Entre otras cosas, porque los tres profesores del consejo social do esta universidad -tres, y sólo tres- son economistas, y a mí me ha parecido bien. Hombre, uno es modesto y no quiere comparar, pero yo no he oído muchas veces discutir el hecho de que tanto Felipe González como José María Aznar son abogados.

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