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Reportaje:

La cruz de un pueblo

Los habitantes de una localidad toledana alientan y soportan la denuncia de que un centenar de ellos abusó de una menor deficiente mental

Amaya Iríbar

Están sorprendidos, y sin embargo todo el mundo en Santa Cruz de la Zarza (Toledo) conocía la historia. Es deficiente mental -"pero no se le nota", explican los del pueblo- tiene 14 años y, acaba de acusar a un centenar de, vecinos de haber abusado sexualmente de ella desde mucho tiempo atrás. Hace tres años dejó la escuela, y "comenzó a tontear". Pero a ninguno de los 4.800 habitantes de Santa Cruz se le ocurrió denunciar que esta chica, que no pisa un colegio desde los 11 años, lleva al menos tres acostándose con muchos hombres del pueblo. Se habla de cien. Algunos de ellos comenzaron el miércoles a desfilar por el juzgado de Ocaña (Toledo) que investiga el caso y que ha decretado el secreto del sumario.Tuvo que ser una ginecóloga de Ocaña quien alertara al Tribunal de Menores, que a su vez pasó el caso al juez número 1 de esa localidad toledana. Según confirmaron a Efe fuentes de la investigación, una veintena de hombres se hallan "a disposición judicial" después de prestar declaración. Ninguno ha sido detenido.

La alcaldesa de Santa Cruz, la socialista Amanda García Carrillo, que no se encontraba ayer en el pueblo, pidió prudencia en un caso en el que "hay que dejar que sea la justicia quien actúe, porque lo que haya pasado tiene que salir". La primera edil recriminó la actitud de algunos vecinos, que "han hecho correr rumores de algo que no conocen en profundidad, y ya se sabe lo que pasa en los pueblos, de una pequeña cosa...". García Carrillo, que sólo conocía a esta adolescente porque se nega ba a ir al colegio, se lamenta de que ahora se conozca a su pueblo por una denuncia de estas características, informa Isabel Salvador.

"Están calentitas las cosas", afirma una madre del pueblo que lleva a sus dos hijos pequeños a catequesis. Lo cierto es que, desde que la muchacha comenzó a dar nombres de quienes supuestamente habían pasado por su cama -según una vecina de 20 años los hay "desde 16 a 70 años"-, el pueblo entero se echó a temblar. Y la mayoría vuelve ahora su dedo acusador hacia la menor, que duerme desde que estalló el escándalo en un centro de acogida de Toledo.

Y hacia su familia. La muchacha es la quinta de seis hermanos. Su padre trabaja como pastor y labrador "cuando puede", según una niña que estudió con la menor hasta que ésta abandonó el colegio Eduardo Palomo, en Santa Cruz, "porque no quería estudiar". La madre de la muchacha que supuestamente sufrió los abusos se niega a abrir la puerta de su casa. Se ha quedado sin trabajo desde que la niña dejó el pueblo. Antes limpiaba algunas casas. Las ventanas de su vivienda de dos pisos, diminuta y blanca, en la parte alta, permanecen cerradas, con las persianas bajadas desde hace días. Como las de todas las casas de su calle, una de las más antiguas de Santa Cruz de la Zarza.

Al igual que su alcaldesa, los vecinos están hartos del revuelo que ha levantado un caso que "sabían hasta los maestros" del pueblo. Quien dice estas palabras es un hombre en la treintena que, como todos los vecinos consultados, no quiere dar su nombre. En la puerta de su vivienda, a cuatro casas de la de la muchacha y su failia, este hombre no duda en acusar a la madre de la niña por la vida que ha llevado su hija.

"Es la primera que sabía lo que pasaba", afirma tajante. Parece una opinión compartida. Él no es el único varón del pueblo que acusa a la propia madre de la menor a suministrar "píldoras y preserativos" a la joven, a la que llevaba regularmente a la ginecóloga (lo que permitiría luego descubrir supuestos abusos). "Esa muchacha se iba por ahí sola, se metía en los portales provocando y compitiendo a los hombres, y volvía a casa a las dos o las tres de la mañana". "Y un hombre no es de piedra", sentencia la madre del vecino que hablaba, sacando la cabeza de detrás de la cortina.

A la gente de Santa Cruz le cuesta admitir que la muchacha sufra una deficiencia mental, aunque eso lo haya certificado un psicólogo de Ocaña. "Parecía una chica normal", repetían ayer los vecinos. Ninguno de ellos se atreve a decir que esta familia numerosa hubiera dado antes algún problema al pueblo. "Es una familia normal", afirma una vecina de la misma calle que, sin embargo, reconoce que no se habla con ninguno de sus ocho miembros.

"Muy conocida"

Los niños son más crueles. Reunidos en la plaza del Ayuntamiento, un grupo de nueve menores, casi todos de 13 años, se ceban con la menor y su familia. La mayoría la conoce porque fue a su misma escuela hasta hace tres años. "Son una familia muy conocida", dice uno, mientras el resto se sonríe. Detrás de sus sonrisas se esconden insultos contra el padre, la madre, los hermanos... hasta con la más pequeña, de sólo 10 años.Pero al pueblo le preocupan más sus hombres que la muchacha: "Va a echar a perder muchos matrimonios", se queja una anciana. Y sobre todo le preocupa la imagen que están dando: "Sólo salimos en los periódicos por esta marranada". Y eso a pesar de que el juzgado de Ocaña mantiene el secreto sumarial sobre el caso, después de que haya trascendido que la denuncia presentada por supuestos abusos sexuales iba dirigida contra cerca de un centenar de vecinos de Santa Cruz. Y poco o nada se ha filtrado desde la Consejería de Bienestar Social de Castilla-La Mancha, donde se quiere tratar el problema con algodones. Según confirmaron ayer, esta institución mantiene la tutela temporal de la joven en un centro de acogida de menores de Toledo. No se facilita ninguna información. Quieren preservar, según insistieron, la intimidad de la menor y proteger así sus derechos. No muestran la misma actitud muchos de los vecinos.

Sentadas al sol, a la salida del pueblo, siete ancianas discuten entre sí. Sólo una mujer, que reconoce no ser vecina de Santa Cruz pero que dice estar "enamorada del pueblo", se atreve a denunciar: "Es un crimen horrible y tiene que salir a la luz para que no vuelva a pasar". Y da por cierta la versión de la chica: "Inventárselo no se lo puede inventar". La ginecóloga dio fe de ello.

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Sobre la firma

Amaya Iríbar
Redactora jefa de Fin de Semana desde 2017. Antes estuvo al frente de la sección de Deportes y fue redactora de Sociedad y de Negocios. Está especializada en gimnasia y ha cubierto para EL PAÍS dos Juegos Olímpicos y varios europeos y mundiales de atletismo. Es licenciada en Ciencias Políticas y tiene el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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