Monopolio francés en la taquilla
Bruselas amenaza con multar a la organización del Mundial de fútbol por acaparar las entradas
Como Juan Palomo, ellos se lo guisaban y se lo comían. Los organizadores de la Copa del Mundo de Fútbol 1998 (vulgo Mundial de fútbol) colocaron un virtual sólo apto para franceses como consigna para la venta de entradas del evento, que probablemente les generará una multa multimillonaria impuesta por la Comisión Europea.Muy en la línea intervencionista jacobino-napoleónica, el comité organizador asignó la inmensa mayoría de las entradas -exactamente, el 93,7%-a personas muy importantes, comités, asociaciones nacionales, patrocinadores y ayuntamientos..., todos ellos franceses. De los dos millones y medio largos de entradas, únicamente un 6,3% quedaba libre para la venta directa al público. Para rematar la gracia, la mayor parte de esas 160.772 entradas iría también a los aficionados locales. Nadie había previsto mecanismos que facilitaran el acceso a los estadios a los ciudadanos de otros países.
Las protestas se han ido generalizando en toda Europa (a España, por ejemplo, sólo le concedían 70 entradas para la final) y llegaron hasta la Comisión. Ayer mismo, el primer ministro británico, Tony Blair, se permitió una broma al respecto en su visita a la Asamblea Nacional francesa: "Estaré en Francia durante el Mundial, sobre todo para la final, pero, eso sí, si consigo una entrada".
Tan corporativa y chovinista distribución empezó a ponerse en práctica sigilosamente y sin problemas a finales del pasado noviembre. Pero la prensa, siempre al acecho, amargó la digestión del comité organizador ofreciendo datos parciales del pastel que se cocinaba. Y otro personaje, Europa, se la ha estropeado casi por completo, en nombre de la defensa de los consumidores.
Tras reunir fatigosamente toda la información oficiosa sobre el caso, el comisario europeo de la Competencia, Karel van Miert -un belga duro que no ha dudado en enfrentarse al Gobierno de su propio país, al gran padrino de Bonn e incluso a la Boeing norteamericana-, reclamó en enero a París toda la información oficial. Tras un primer examen de los papeles, el 20 de febrero envió al comité organizador del Mundial una carta de advertencia por la que le notificaba la apertura de un procedimiento.
Este procedimiento se basa en el artículo 86 del Tratado de la Unión (Europea), que prohíbe la "explotación abusiva, por parte de una o más empresas, de una posición dominante en el mercado común o en una parte sustancial del mismo"
Se armó el escándalo. Se organizaron reuniones entre los funcionarios de Bruselas y los organizadores para encontrar alguna solución. Al final, Van Miert pidió que, para compensar a los demás ciudadanos europeos, se aplicase una "discriminación positiva", reservando las 160.772 entradas aún no distribuidas a personas residentes fuera de Francia.
"Era una compensación modesta por la discriminación anterior" en el gran paquete ya atribuido, comentó ayer el comisario. Pero el comité organizador se negó a concederla.
En el rifirrafe, Bruselas consiguió al menos que una parte del paquete aún disponible -60.772 entradas- se reserve para ciudadanos no residentes en Francia. La otra -100.000 plazas se atribuirá a aficionados de cualquier país sin distinción, franceses incluidos: quien primero las pida será quien se las lleve. Para evitar nuevos desaguisados, los organizadores se han comprometido a divulgar un número de teléfono en el que operadoras plurilingües puedan atender demandas procedentes de Finlandia a Portugal.
Pero Bruselas considera insuficientes estos compromisos. Así, Van Miert propondrá la semana próxima al pleno de la Comisión una multa. La Unión Europea quiere darse prisa, a fin de que su decisión definitiva pueda aplicarse a finales de mayo, antes del inicio del Mundial. Lo más probable es que se trate de una multa, que ascendería, según permite el tratado, hasta el 10% de la cifra de negocios del evento. "Todo esto se habría evitado si hubieran sido más deportivos", se lamentaba ayer el comisario.
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