Potencias desunidas
LA DESUNIÓN de la comunidad internacional no favorece una solución constructiva de la crisis de Kosovo. La peregrinación constante a Belgrado de diversos ministros, en particular los de Exteriores de Alemania y Francia, tras el de Rusia, puede transmitir un mensaje, equivocado al presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic. Todos se marchan satisfechos de haber logrado algo, pero, en realidad, están contribuyendo a consolidar una lógica sumamente perversa: Milosevic ordena matanzas (para las que dispone, al margen del Ejército regular, de unidades especiales formadas por asesinos profesionales, que ahora dice haber retirado); luego la comunidad internacional le exige que interrumpa esas matanzas y, a cambio, le ofrece compensaciones.Para que el problema de Kosovo tenga una solución pacífica y duradera es necesario que la comunidad internacional no entre en este juego, y que actúe de manera unida, con una única estrategia negociadora conducida con firmeza. El mensaje claro que debe llegar a Belgrado es que la comunidad internacional está dispuesta a aplicar duras sanciones a Yugoslavia si la represión prosigue en Kosovo; pero también que no apoya en absoluto la secesión de Kosovo, aprendidas las lecciones sobre los cambios de fronteras en la antigua Yugoslavia. Aceptar esta independencia equivaldría a dar carta blanca a croatas y serbios para romper definitivamente Bosnia. Por ello, lo urgente es asegurar una autonomía para Kosovo, antes que entrar a discutir, como parece pretender EE UU, la posibilidad de un Kosovo federado en Yugoslavia al estilo de Montenegro; sería, una señal de futura escisión, lo que provocaría el rechazo de Serbia. Hoy por hoy, sería entrar en un juego que puede complicar la situación en vez de solucionarla.
Es algo quel parece tener claro el. representante. nombrado por la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) y por la Unión Europea, Felipe González, harto prudente en sus declaraciones. Desde Belgrado se han emitido señales contradictorias, al indicarse, en un juego bizantino, que Milosevic rechaza la misión de González con su gorra de OSCE, pero no, como enviado de la UE. Milosevic indica así que quiere, antes de aceptar está "'injerencia en asuntos internos", la reintegración de Yugoslavia en la OSCE. El mandato qué esta organización le ha dado a González no es para una mediación, sino para que "ayude a la República Federal de Yugoslavia a promover el diálogo interno y las reformas demócráticas" lo que incluye la democratización, los derechos humanos, las minorías e incluso la participación yugoslava en esa organización. Kosovo es central en este mandato, pero no es el único elemento.
Después de las elecciones del domingo en Kosovo, la capacidad de interlocucíón de los representantes kosovares, y, del que llaman su presidente, puede aumentar. La semana que empieza va a ser decisiva. El Grupo de Contacto (EE UU, Rusia, Alemania, Francia, Italia y Reino Unido) se reúne el miércoles en Bonn y ha de marcar la vía, si consiguen superar sus disensiones, especialmente las de Rusia e Italia, poco dispuestos, a apretarle las Clavijas a Milosevic. El primer plazo para dar un paso más en las sanciones ya ha expirado. El Grupo de Contacto tendrá que tomar decisiones y mandar una clara señal de rechazo a la independencia de Kosovo. Significativamente, asistirá a esta reunión González, y, como actual presidente de la OSCE, el ministro polaco de Exteriores, Bronislaw Geremek; después se les sumarán algunos países, de la zona. De ahí tiene que salir una respuesta que no puede ser el apoyo a la independencia de Kosovo ni tampoco el statu quo. Habrá que inventar nuevas fórmulas. González se ha rodeado de un equipo de constitucionialistas, y expertos -Roca, Peces-Barba, Solé Tura, Pérez Royo o Yáñez- que han hecho gala de imaginación en el pasado para España. Tendrán que ser aún más imaginativos para Kosovo.
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