Un puesto ideal para el clientelismo
Los barones regionales que encabezan la rebelión interna de la derecha democrática unen a sus cargos en los Consejos Regionales o Generales de cantón un cierto liderazgo político en sus zonas de influencia y, en muchos casos, la jefatura de la organización local de sus partidos. Son cargos habituados al ejercicio ininterrupido del poder, gentes que disfrutan de unos privilegios institucionales, chóferes, escoltas, que no se lo permiten muchos de sus jefes de los ahora tan denostados por ellos "despachos de París".Muchos de los presidentes de los Consejos Generales, puesto que conlleva un mandato de seis años, han sido reelegidos para el mismo cargo en una o dos ocasiones anteriores. En medio de la escasa autonomía política de los consejos, los presidentes reúnen en sus manos el poder ejecutivo y son los cargos regionales más importantes desde una ley de marzo de 1982. Entre sus funciones están la de preparar el presupuesto de la región y administrar el patrimonio y los servicios transferidos, así como ejecutar todas las deliberaciones del consejo, un puesto idóneo para extender la influencia propia y practicar el clientelismo.
El ascenso del Frente Nacional ha provocado entre los veteranos presidentes una reacción de pánico al ver en peligro la "mayoría natural" tan enraizada en sus regiones. Pero el desempeño de sus funciones les ha hecho llegar a veces a compromisos con el Frente. Con la coartada de mantener la mayoría natural de la derecha y la excusa de que también el Partido Socialista se apoya en "los Comunistas" han trastocado el cuadro de referencias republicano, situando a la izquierda democrática en el campo enemigo y adoptando como aliado a la ultraderecha.
El problema para el RPR y la UDF es que esa tesis ya cuenta con predicamento en las filas de la derecha democrática y que la crisis ideológica y programática de estos partidos es tan profunda que esos centenares de cargos que ven sus puestos en peligro están más que dispuestos a desafiar a sus dirigentes.
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