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FALLAS DE VALENCIA

El toro artista de culebrón

Salió el toro artista y pudo apreciarse que era artista de culebrón.Juan Pedro Domecq, propietario de los toros que se lidiaron en Valencia, lleva años diciendo con orgullo que cría el toro artista, y no hay motivos para desmentirle: es cierto. Cuáles sean las especialidades artísticas de sus pupilos, ésa ya es otra cuestión. Unos tienen más tablas que Borrás, otros le salen por peteneras.

El toro artista a veces tiene alma de poeta. Este cronista recuerda un toro sobrero de Juan Pedro Domecq en Sevilla, que dio un recital de brava nobleza y (le mágica templanza. Ese toro seguramente estuvo tocado por el estro de Gerardo Diego, que le recitó un poema en la dehesa; y se lo llevó aprendido a la Maestranza.

Domecq / Barrera, Rivera, Tomás

Toros de Juan Pedro Domecq (3º devuelto por inválido), dos primeros anovillados, resto discretos de presencia, flojos, la mayoría inválidos -a varios se les simuló la suerte de varas-, manejables. Sobrero de Miguel Báez, chico aunque enmorrillado y serio, de feo estilo. Vicente Barrera: pinchazo y estocada delantera; se le perdonó un aviso (ovación y salida al tercio); estocada (oreja). Rivera Ordóñez: dos pinchazos y estocada (aplausos y saluda); estocada corta tendida y rueda vertiginosa de peones (silencio).José Tomás: estocada caída y descabello (silencio); un aviso con retraso antes de matar, pinchazo, estocada y rueda de peones (oreja). Plaza de Valencia, 17 de marzo. 7ª corrida de feria. Lleno.

Otras veces a Juan Pedro Domecq sus toros le salen artistas de circo y de esos hubo amplia representación en Valencia. Les daban suelta del toril y se ponían a dar volatines. Sin embargo su vocación verdadera se centraba en el arte dramático, su especialidad era el culebrón; y se pusieron a coger toreros.

Vicente Barrera en su primer toro, Rivera Ordóñez en un quite, sufrieron las consecuencias. Cuando menos se los esperaban, fueron los toros artistas de Juan Pedro Domecq y les pegaron sendas volteretas. No causaron lesión alguna porque no iban con las del beri y únicamente les guiaba un propósito interpretativo. Ahora bien, el susto no se lo quitaron ni a Barrera, ni a Rivera, ni a la sobresaltada afición.

A José Tomás no le cogió ningún toro artista de Juan Pedro Domecq, pero sí el sobrero de Miguel Báez -apodado Litri- que en este culebrón fallero iba de malo. La intelectualidad diría que iba de villano pues se trata de voz más culta para definir una personalidad retorcida, pero no habría sido adecuado. Estaban interpretando el culebrón, no Hamlet.

Igual que en las películas del Oeste, el malo llevaba la perversión reflejada en todo su cuerpo. Para empezar era bajito, con lo cual ya se hacía sospechoso. Bajito no porque le faltara corpachón -que lo tenía musculoso y enmorrillado- sino porque creció paticorto, culibajo y con cara de pocos amigos.

El estilo se adecuaba a la innoble fachada y José Tomás pasó amargos trances. Pretendía torear -es decir, dominar, templar, lucir- y resultó un desastre. Pese a la brevedad del trasteo sufrió un achuchón, media voltereta, tres desarmes.

Después de aquel desaguisado algunos creían que José Tomás no valía ni para dar sombra al botijo. Sin embargo llegó el sexto toro y cambiaron de opinión. El sexto toro, con 628 kilos de peso según tablilla -pongamos 100 menos según su aspecto- resultó impresentable pues se desplomaba; padecía una perniciosa invalidez que obligó a simular la suerte de varas.

La ocasión la pintaban calva y José Tomás fue desgranando pases por la derecha y por la izquierda al inválido, con el corte de los toreros buenos. Desde el, prólogo de los muletazos por alto y de la firma hasta el epílogo de las manoletinas, estuvo 12 minutos pegando pases, algunos de marca suprema, otros de más modesta factura. ¿Puede resistir un toro 12 minutos de pases hondos, enteros y verdaderos sin que le dé un infarto? He aquí la cuestión.

La desmesura y el destajo se han convertido en regla de la tauromaquia. Vicente Barrera también lo hizo largo con los toros artistas de culebrón y desplegó su personal estilo, que acompaña a la vertical solemnidad un toreo de muleta retrasada y abuso del pico. El anovillado torito que abrió plaza le pegó la voltereta al engendrar un pase de pecho y perdió entonces el control de la faena, en la que se sucedieron circulares, rodillazos, deslavazadas suertes. Al cuarto, dificultoso por el pitón izquierdo, Barrera le instrumentó, tenaz y repetitivo, un montón de derechazos, y pues mató de estocada le concedieron la oreja.

Los toros artistas de Rivera Ordóñez estaban tan inválidos que ni siquiera se podían torear. Intentaba Rivera Ordóñez un pase, entraban los toros artistas en estado comatoso y daban ganas de llorar. Un culebrón como la vida misma.

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