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NUEVA CRISIS EN LOS BALCANES

Los serbios dejan en Kosovo una estela de devastación

La región de Kosovo atacada por las fuerzas de Milosevic es un desierto tras la huida de miles de personas

Tahir es el único habitante de Prekaz. No exactamente. Es la única persona viva este mediodía en Prekaz, la aldea de la región de Kosovo reducida a escombros por el asalto policial serbio en busca de guerrilleros separatistas albaneses.

Inofensivo como es, viejo, ayudándose para andar con una garrota, se cubre del terrible frío reinante con boina y abrigo negros. Ha venido a la localidad de Prekaz desde un pueblo vecino en busca de sus nietos desaparecidos. No sabe nada ni está muy interesado por las gestiones diplomáticas en curso. "Mi hija y mi yerno vivían aquí; los dos están muertos", dice señalando las ruinas de una casa cercana mientras le ruedan por las mejillas unas gastadas lágrimas. Sólo el graznido de los cuervos y algún lamento de perro sin dueño rompen el inhumano silencio en la aldea.

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Nada anticipa en el camino de tierra rodeado de verde que conduce a Prekaz el espectáculo de destrucción que espera a la salida de un recodo. El primer grupo de casas de la dispersa aldea, unas quince, está reventado por impactos artilleros. Techos y paredes abrasados, chasis de coches o tractores retorcidos, restos de ventanas y puertas por doquier. Es la reproducción a escala de lo infinitamente visto en la vecina Bosnia. Media docena de viviendas respetadas, unos metros más allá, alivian el paisaje. Pero se trata de una ilusión. La destrucción reaparece un poco más adelante."Sólo por el ruido supimos que estaban atacando con artillería", cuenta en Srbica, a menos de dos kilómetros, Emir Halimi, jefe local del principal partido albanés, la Liga Democrática de Kosovo. Ha permanecido en Srbica durante los días cruciales de la "operación antiterrorista" serbia en la región de Drenica, pero ha visto muy poco, aunque lo suficiente para saber que "eran miles". "Nos encerraron en casa el 5 de marzo y no nos dejaron salir hasta cuatro días después. En poco tiempo contamos hasta cuarenta cañonazos. Yo pude ver tres tanques. Todo lo de Prekaz duró alrededor de 30 horas". "En Srbica", dice, "sólo murieron una mujer y dos niños por francotiradores. Vaya a Prekaz y verá".

La tierra negra recién excavada está todavía húmeda en la suave ladera del centro de Prekaz donde se alinean en tres filas 54 montículos, tantos como cadáveres de albaneses, algunos de ellos irreconocibles, sepultados por la policía serbia con ayuda de bomberos de Mitrovica el martes por la noche. El improvisado cementerio está justo frente al minúsculo camposanto del lugar, al otro lado del camino que divide la aldea. Hay que atravesar un puente casi de juguete sobre un regato hoy helado para tocar esa tierra. Cada túmulo tiene clavada una estrecha tabla donde figura el nombre del sepultado. Algunas no lo tienen. No hay nadie en Prekaz, hoy dominio de los cuervos, salvo el anciano Tahir.

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Muy a lo lejos, desde un puesto fortificado con sacos terreros, un policía serbio observa con prismáticos la escena. Entre Srbica y Prekaz, en una fábrica abandonada resguardada por la vegetación, las fuerzas de Belgrado han establecido un cuartel general donde ayer se movían centenares de hombres.

Tahir, que ha cruzado los bosques -"ví cañones"- y las colinas buscando a sus nietos, dice tener miedo a que le mate la policía cuando vuelva a su casa, porque está hablando con un periodista. En algunas paredes de su pueblo han aparecido pintadas: "Albaneses, ya no hay vida aquí para vosotros. Nunca más". Señala un grupo de casas reventadas y explica que "aquí había el miércoles once personas encerradas en un sótano, casi muertas después de seis días escondidos sin agua ni comida. Los llevaron a Mitrovica".

Los cables telefónicos están cortados en los postes de madera de Prekaz. Las rodaduras de los blindados llegan hasta las mismas puertas falsas, las de los corrales de las casas que quedan en pie, quizá diez o doce de medio centenar. El suelo está salpicado todavía de vainas de proyectiles de grueso calibre y de carcasas de lanzagranadas. El último grupo de viviendas, al extremo del pueblo, parece haber sufrido un bombardeo aéreo. Son casas grandes de dos plantas. Sin techo, calcinadas, se extienden a su alrededor restos de coches, grandes vigas de madera, montañas de tejas y enseres domésticos. Es lo que queda de esta aldea maldita, donde según las fuerzas de Slobodan Milosevic tenía su base Adem Jashari, uno de los jefes del Ejército de Liberación de Kosovo. La organización armada insertaba el miércoles un comunicado en un diario de Pristina jurando venganza.

Más información en las páginas 3 y 4

Espectáculo de destrucción

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