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Amenaza mortal en El Retiro

Un hongo devastador provoca la tala de 377 árboles y fuerza la restauración urgente del Parterre

El Parterre es uno de los jardines históricos más singulares del parque del Retiro de Madrid, con sus tres largos siglos de vida. Situado junto a la calle de Alfonso XII, su flora alberga el ciprés calvo, Taxodium mucronatum, uno de los árboles más antiguos de Madrid, así como numerosos laureles, un magnolio, decenas de aligustres de copa redonda, dos grandes cedros y, sobre todo, dos variedades de cipreses de muy alto valor vegetal. Una de estas familias de cupressus, denominada arizónica, ha sido completamente erradicada mediante una tala completa. Un total de 377 ejemplares han caído bajo las motosierras desde el comienzo del invierno.Su eliminación ha sido una medida de emergencia, según los conservadores del parque, para impedir la propagación a otro macizo de cipreses históricos -de valor inestimable- de una enfermedad generada por una serie de hongos que los amenazaba mortalmente. Ello ha forzado una restauración de urgencia de la zona frontal del jardín, la más dañada por el ataque de los hongos.

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Remanso vegetal

La explanada del Parterre se despliega sobre una superficie rectangular de una hectárea y media de extensión, aproximadamente, con mayor profundidad que anchura. En el frente resalta una suerte de parapeto edificado en tres cuerpos, con dos rampas y paramentos de ladrillo rojo anaranjado, muy heridos por la presión de la tierra que el parapeto soporta y por la erosión de la lluvia. El agua brota por tres bocas de grandes peces y vierte a un estanque de zócalo de piedra pulida.

Cinco meses atrás, todo el conjunto frontal se hallaba revestido por el follaje de 377 cipreses de la variedad arizónica, cuyos tocones aserrados muestran hoy los restos de lo que fueran los vigorosos troncos que compusieron su seto. Estos árboles, de creciente tamaño conforme a la altura de los muros, eran observados con inquietud desde cuatro años atrás por los conservadores del Retiro, según señala Isabel González, de 40 años, ingeniera técnica agrícola responsable del Parterre. "Sobre sus raíces se instaló una amalgama de hongos denominada Coryneum cardinale, de efectos letales sobre los árboles, que había teñido sus hojas azuladas de una clarida mortecina y amenazante".

Pero la amenaza no sólo se cernía sobre este seto, sino, además, sobre cuatro macizos cercanos de casi una treintena de cipreses, de la variedad conocida como sempervirens. Su edad oscila entre los 180 y los 220 años. Estos árboles, procedentes de un antiguo seto, presentan la particularidad de que su poda a lo largo de los años ha dibujado caprichosas copas redondeadas, intensamente verdes, de misteriosa belleza.

"Se trataba de salvar estos cipreses, que componen uno de los conjuntos vegetales más valiosos de todo el Retiro", subraya Isabel González. Estos cipreses, pertenecientes a la familia de las coníferas, pueden vivir más de 500 años. Su madera es imputrescible -muy resistente a la putrefacción-, por lo cual ha sido históricamente empleada para la construcción de barcos. Su copa es frondosa; el tronco, leñoso, aromático, y los frutos, color purpurina, poseen un componente químico, tanino, con alto valor medicinal como vasoconstrictor.

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"Para salvar los cipreses sempervirens hubo que talar todas las arizónicas, ya que el riesgo de que los focos de hongos se propagaran a estos dos macizos bellísimos era muy elevado. De hecho, dos focos de hongos anidan ya en los macizos de cipreses, aunque se encuentran controlados", asegura González.

La infección surge por proximidad entre los árboles sanos y los enfermos -ambos grupos arbolados distaban unos quince metros en el punto más cercano- o bien por contagio interior derivado de la contigüidad de las respectivas raíces.

Fungicidas

Para combatir estas familias de hongos, temidas por todos los botánicos y consideradas unánimemente como mortales, se suelen emplear dos tipos de fungicidas: unos, denominados sistémicos, con los que se riega la planta con un cañón, y otros, erradicadores de los hongos, con los que se impregnan las hojas desde donde penetra a la entraña de la planta tratada. Ambos suelen llevar cobre y su apariencia es de color verdoso.La tala de las arizónicas ha servido de fundamento para una ulterior readaptación del Parterre, si bien no estaba prevista dentro de los inmediatos planes rehabilitadores del Retiro. "Hubo que actuar con rapidez para evitar un desastre", reitera González.

De esta forma, el Parterre verá restaurada la, escalinata de su zona frontal, al igual que los paramentos enladrillados erosionados, que serán revestidos de nuevo con vegetales de flores vistosas, de colores cambiantes según las estaciones. También serán reparadas las albardillas de granito que coronan el conjunto frontal.

Todo el Parterre contará asimismo con riego automático, del que ahora carece, que mantendrá, según sus conservadores, el esplendor de este delicado jardín. "Data del reinado de Felipe V, el primer monarca de la dinastía borbónica", recuerda José Luis Pitarromero, ingeniero agrónomo jubilado, de 72 años, quien fuera responsable de estos jardines durante casi venticinco años.

"El del Retiro es imitación del Parterre norte del palacio de Versalles", señala Pitarromero. "Ya en el comienzo de la década de 1971 hubo que acometer una profunda reforma a consecuencia de las intensas filtraciones de agua procedentes del estanque, situado en una cota superior". El agua había arrasado los setos de oloroso boj que entonces dibujaban el perfil de sus jardines, explica.

De aquella etapa procede el actual sistema de drenaje con el que se combatieron los encharcamientos y, también, la fisononomía plenamente versallesca que conserva este espléndido jardín histórico de Madrid.

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