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Cuando el error es condena

Jan Martínez Ahrens

Jerarquía y especialización. Éstos son los motores que mueven las grandes organizaciones de estafadores bancarios. Grupos formados por una quincena de personas en los que, como recuerda la policía, el error se vive como una condena.Cada uno ha de conocer con detalle su cometido, someter las dudas a consideración de su jefe directo y atender las órdenes de la jerarquía. Aunque no se la vea. Para evitar que las redadas lleguen a la cúspide, estos grupos mantienen una estructura de compartimentos estancos: cada miembro de la banda conoce a algunos de sus iguales y sólo a un jefe inmediatamente superior. He aquí la división habitual que, según la policía, muestran estas bandas:

El cerebro. Es el hombre que conoce lo que la policía denomina la operativa bancaria y que dirige todos los movimientos de la banda. Generalmente tiene formación universitaria o bien ha mantenido trato con la banca. Su capacidad ante el resto de la organización se demuestra en el momento más difícil del golpe: la llamada telefónica que ha de convencer al empleado bancario para que libre el cheque. Sus subordinados, excepto el falsificador y el director, no le conocen directamente.

El falsificador. En algunas organizaciones coincide con el cerebro. Es un "auténtico especialista encargado de falsificar las firmas de los documentos que servirán de sustento a la estafa", dice el informe. Nunca da la cara ni se dedica a trabajar al descubierto. Su tarea le ocupa un par de días, pero no se limita a la rúbrica. Aporta sus borratintas -los de fabricación propia tienen su propia mitología en el hampa-, aplica el raspado con cuchilla y recompone ciertos documentos difíciles de repetir.

El director. Suele ser el hombre de confianza del cerebro. Capta a los buzoneros y gallos (cobradores) y es su interlocutor con el jefe. Entre sus cometidos figuran vigilar a los gallos cuando entran en los bancos a cobrar y buscar nuevos cuando éstos son detenidos en plena faena. Conoce los detalles del golpe.

Buzoneros. Este escalón suele estar ocupado por ladrones habilidosos o bien por personas en las que confía la organización por anteriores golpes. Su trabajo consiste en sustraer la correspondencia de los buzones tanto de Correos como de los domicilios particulares.

Gallos. La policía también les llama cobradores. Tienen la tarea más arriesgada de todas: dar la cara en los bancos. Allí acuden con el documento nacional de identidad falso o bien comprado en el mercado negro (en Tirso de Molina, Atocha y Mesón de Paredes cuesta unas 5.000 pesetas). Son los primeros en ser detenidos, hecho que les lleva a convertirse en la figura más cambiante de la organización. Una vez arrestados, la banda busca sustitutos, aunque tampoco les desprecia si consiguen la libertad provisional. Habitualmente, arrastran numerosos antecedentes.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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