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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Línea Aznar-Ardanza

EL 'LEHENDAKARI' salió satisfecho de su entrevista del jueves con Aznar, lo que significa que ya contaba con las objeciones que iba a escuchar a su plan de paz. Esas objeciones coinciden en buena medida con las que le expuso el socialista Almunia la semana pasada. La credibilidad personal de Ardanza, cuya buena voluntad nadie discute, ha influido sin duda en esa especie de voto de confianza que se la ha otorgado para que continúe su empeño pese a los reparos. Tal vez el plan no sirva de momento para el objetivo final, pero sí parece estar sirviendo al menos para clarificar posturas entre los demócratas. Algo que no es desdeñable dado el rendimiento que ETA y sus satélites obtienen de toda situación de confusión.Ardanza ha advertido a sus interlocutores de que si no se revitaliza de alguna manera el consenso existente en tomo al Pacto de Ajuria Enea existe el riesgo de disolución de ese foro cuando él mismo deje de ser lehendakari. Es posible que así ocurra, pero es imprudente que sea el propio Ardanza quien lo diga. La principal objeción de Aznar y Almunia es que, si el riesgo de disolución proviene de la insuficiencia de consenso, es contradictorio proponer reconstruirlo sobre bases mucho más ambiciosas. El acuerdo fundacional ya obedecía a planteamientos preferentemente nacionalistas, y ahora se pretende ampliar su contenido en esa misma dirección (a través del reconocimiento del ámbito vasco de decisión). Pese a que las fuerzas nacionalistas recogían entonces el 66% de los votos y ahora en tomo al 50%

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Lo interesante de la propuesta de Ardanza es que concreta las condiciones del punto 10 del pacto -salida dialogada si ETA acredita voluntad de abandonar la violencia-, estableciendo que nunca se negociará conlos terroristas, y con HB, sólo si obtiene de ETA uncompromiso de abandono definitivo de las armas. Ello permite responder coherentemente a eventuales treguas parciales de ETA destinadas a dividir a los demócratas,y dejar claro que no habrá una reedición de las negociaciones de Argel.

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Aznar y Almunia han hecho saber a Ardanza que cualquier acuerdo deberá en todo caso respetar el marco constitucional. No es verosímil que Ardanza esperase otra cosa de dos partidos que representan a cerca del 80% del electorado. Pero sería deseable que ese acuerdo se tradujera también en una mayor exigencia a los nacionalistas, con los que PSOE y PP mantienen pactos en Vitoria y Madrid, respectivamente. No es comprensible que en plena ofensiva contra los concejales del PP, el PNV mantenga una guerra abierta contra el ministro del Interior, denuncie al Gobierno ante instancias internacionales y amenace con abandonar el Pacto de Madrid -medidas políticas todas ellas favorables a los objetivos propagandísticos y desestabilizadores del mundo de ETA- sin que sus socios reaccionen. Y Ardanza es lehendakari en representación del PNV.

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