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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Anuncio anticipado

EL PRESIDENTE de la Generalitat, Jordi Pujol, ha empezado a despejar el horizonte electoral con el anuncio de que convocará elecciones autonómicas catalanas en los primeros meses de 1999. Ante tanta antelación, conviene rodearse de algunas cautelas antes de dar por definitivo este compromiso: habrá elecciones catalanas, probablemente, en marzo del año próximo si ningún otro elemento viene a interferirse, como pudiera ser un desfallecimiento de la precaria mayoría del PP o del apoyo que el propio Pujol necesita de los populares para mantener su propia mayoría en el Parlamento catalán. El anuncio se produce apenas un mes después de que Pujol garantizara la estabilidad. al Gobierno de José María Aznar para todo este año y manifestara sus deseos de no obstaculizar la culminación de esta legislatura por parte del PP.Varios colaboradores de Pujol le aconsejaron a finales del pasado año que convocara las elecciones catalanas cuanto antes, pues difícilmente se repetirían unas circunstancias tan favorables: sondeos que reflejaban una mayoritaria aceptación de su política de apoyo al PP y unas buenas perspectivas de mejorar los resultados de 1995, al tiempo que la izquierda catalana pasaba un mal momento, entre escisiones y liderazgos indefinidos o cuestionados. Pero el presidente catalán consideró, por encima de estos consejos, la dificultad de justificar ante la opinión pública un adelanto electoral que nadie demanda.

Una convocatoria anticipada a este año podría conducir a un castigo peor parte de la opinión pública por la falta de justificación objetiva, precisamente en el año de Maastricht. Si coincidiera además con las elecciones vascas, en octubre, contaría con el inconveniente de asimilar sus posiciones a las del nacionalismo vasco, en un momento de ascenso de las expectativas electorales del PP en Euskadi. Una convocatoria más retrasada coincidiría con las elecciones europeas, municipales y de las autonomías de régimen general o quedaría emparedada entre éstas y las generales, que deben celebrarse como muy tarde en marzo del año 2000. Pujol ya tuvo que convocar en. los últimos comicios en estas circunstancias, y la experiencia -pérdida de 10 escaños y de la mayoría absoluta- le aconseja no repetir ese calendario.

Los márgenes de la agenda de Pujol son muy estrechos, pues sabe que rito puede acercar en exceso las autonómicas a las municipales, momento especialmente delicado para CiU. Por tradición, las elecciones locales suponen un desgaste para la coalición, cuyos dos componentes compiten entre sí en la elaboración de las listas para fortalecer su presencia en el territorio, a menudo a costa de su socio. Ello será más evidente en la convocatoria de junio de 19919, por la percepción que existe en Unió de que ésta será su última oportunidad para aumentar su peso dentro de la coalición (el 25%), antes de afrontar el futuro en solitario, ya sin el liderazgo de Jordi Pujol.

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El presidente catalán cumplirá 19 años en el poder el año próximo, cuando se enfrente a la posibilidad de alcanzar los 23 años seguidos de gobierno. Ha insinuado que las próximas autonómicas serán las últimas que encabece, y sabe que su extrema longevidad política será una de sus principales desventajas. Una baza con la que jugará su presumible contrincante, el ex alcalde de Barcelona Pasqual Maragall. Pujol, su partido y sus socios saben que sin él come, cabeza de cartel es muy difícil. que subsista la coalición. Por eso, afrontar unas elecciones autonómicas en plena convulsión o con la resaca de un enfrentamiento entre socios es un mal panorama para Pujol y para la imagen de unidad y cohesión de su opción política.

El anuncio prematuro de un adelanto electoral de 10 meses pretende evitar otro obstáculo, como sería una súbita convocatoria adelantada que pudiera interpretarse como un gesto de ruptura con el Gobierno central y produjera un efecto dominó, con el consiguiente adelanto electoral también por parte de Aznar. Algo del todo indeseable para Pujol, que quiere evitar un solapamiento entre ambas Convocatorias. Ésta fue la lección de la anterior legislatura, en la que Pujol se vio sometido a dudas hamletianas entre su convocatoria anticipada y la ruptura con el Gobierno de González, y tuvo malos resultados para su coalición.

Ahora ha decidido romper con esa dinámica, partiendo del actual equilibrio pactado entre el apoyo a Aznar y una permanente actitud de reticencia, para que las elecciones catalanas no echen por la borda su discurso a favor de la estabilidad. Esta política le da manos libres a Pujol en Cataluña, porque podrá administrar su calendario sin desestabilizar la política española y porque se ahorra la angustia de Jugar al gato y al ratón con Aznar para ver quién sorprende primero al otro.

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