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La osadía de la NASA

Aluvión de críticas a la agencia espacial por reducir las exigencias para tripular transbordadores

La NASA ha decidido ampliar las filas de sus astronautas incluyendo en ellas a un senador y a una profesora, y espera que, en adelante, esta diversidad de tripulantes sea todavía mayor. Pero expertos del sector privado critican el proyecto y lo califican de imprudente, dados los peligros innatos que caracterizan a todas las naves espaciales. Incluso los máximos expertos en seguridad de la NASA reconocen que las manifestaciones públicas de la agencia sobre la mejoría en seguridad son exageradas.Los funcionarios de la NASA saben que los viajes espaciales son peligrosos, pero tienden a rebajar las críticas y las disputas internas afirmando que las nuevas tripulaciones de los transbordadores no correrán riesgos especiales Y que siempre serán informados de cualquier circunstancia. La NASA anunció hace unos días que John Glenn, de 76 años, ex astronauta y senador en la actualidad, volará en el transbordador que será puesto en órbita en el mes de octubre y que la maestra de tercer grado Barbara Morgan, de McCall, Idaho, hará lo mismo algo más tarde. La agencia indicó que esto significa el comienzo de un programa de diversificación del cuerpo de astronautas, con los educadores en primera fila. El administrador de la NASA, Daniel Goldin, insistió en que la realización del programa se hace posible gracias a la notable mejoría de las condiciones de seguridad de la flota de transbordadores.

"Hemos triplicado la seguridad de los transbordadores desde el principio de los años noventa", aseguró a los periodistas en el curso de la conferencia de prensa en que hizo el anuncio del viaje del senador Glenn.

Pero, en otras entrevistas, expertos en seguridad de la NASA afirman qué el riesgo de una catástrofe, aunque realmente ha disminuido, es todavía una amenaza que fijan aproximadamente en 1 por cada 145 vuelos, proporción exactamente igual a la calculada hace tres años, cuando la NASA midió oficialmente la posibilidad de riesgo. Por ello estiman que la declaración de Goldin y otras recientes afirmaciones públicas de la NASA equivocan a la opinión pública.

Por otra parte, los expertos privados apuntan como inquietante el hecho de que la NASA se encuentre progresivamente desgarrada por el rigor técnico y las maniobras de imagen de los políticos. El vacío que dejan estas dos fuerzas opuestas, según ellos, es ahora aproximadamente igual al existente antes de que el transbordador Challenger explotase, matando a seis astronautas y a la profesora de universidad Christa McAuliffe. Precisamente Barbara Morgan fue entrenada entonces como reserva de la señora McAuliffe en el desdichado vuelo. "Se ha perdido la lección del Challenger", afirma Diane Vaughan, autora del libro La decisión de lanzar el Challenger, publicado en 1996, y socióloga en el Boston College. "La tecnología espacial tiene demasiados riesgos como para llevar a senadores, príncipes saudíes o ciudadanos normales en paseos de ese tipo. Y, ante esto, la pregunta se hace inevitable: si el riesgo no ha cambiado, ¿por qué ha cambiado la política?". La propia Diane Vaughan se contesta, apuntando que "todo ello huele demasiado a una búsqueda de publicidad para inyectar nueva energía en los presupuestos de la NASA, que han disminuido sin cesar durante los últimos siete años".

Joseph J. Trento, del National Security News Service, asegura que la agencia espacial está jugando imprudentemente con la vida de varios civiles. "Esto es otro ejercicio publicitario", afirma Trento, quien analiza el episodio del Challenger en un libro titulado Prescripción para el desastre, y añade: "Un ejercicio cargado de peligro, porque el sistema de transbordador y lanzamiento es básicamente el mismo que cuando se perdió el Challenger".

La NASA y sus aliados no están de acuerdo con estas críticas. Opinan que los transbordadores, después de gastarse más de cinco billones de dólares en reparaciones y mejoras, son más seguros y fiables que en los días del Challenger.

El cuerpo de 120 astronautas de la NASA permanece silencioso generalmente en cuanto a cuestiones de seguridad, pero, aparentemente, no se encuentra a gusto con los nuevos desafíos, no sólo en cuanto a la diversificación de tripulaciones, sino por misiones como las de la estación espacial rusa Mir, que ha sufrido ya un incendio, una colisión y otros problemas.

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