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Teoría y práctica de las rapaces

Un centro de animales combina clases sobre el papel con la observación directa de las aves

El Capitán Garfio es el nombre de un mochuelo que vive en el centro de animales Cañada Real, en Peralejo, pedanía de El Escorial. El pequeño cazador alado (tiene una altura de unos veinte centímetros) ha sido bautizado con ese nombre porque, al igual que el famoso personaje de los dibujos animados Peter Pan, está tuerto, aunque no lleva parche. Un cazador le destrozó un ojo de un disparo y, como desde su fatal encuentro con el hombre, no puede valerse por sí mismo en su hábitat, está alojado en el centro. Ahora tiene una utilidad distinta a la que le ha otorgado la naturaleza: sirve como ejemplo práctico de la exposición didáctica sobre rapaces nocturnas que se desarrolla en el centro. La muestra arrancó el pasado fin de semana y dura hasta fin de mes.El pabellón de la exposición está plagado de ilustraciones y fotografías en las que se explica desde los métodos de comunicación entre las rapaces nocturnas hasta sus métodos de caza, su régimen alimenticio, sus lugares favoritos para anidar y demás peculiaridades. El centro también ofrece la posibilidad de complementar la teoría con la observación directa de esas aves en la propia instalación.

Un guía del centro, Miguel Angel Blázquez, de 25 años, explica que los niños que visitan la exposición tienen "prejuicios negativos" sobre las rapaces nocturnas: "Hablan de la lechuza como de un pájaro malo, de la noche, como la encarnación de los fantasmas. Su ignorancia es perjudicial para esas aves porque están acostumbrados a expoliar sus nidos", añade. "Cuando les dices que las lechuzas son el mejor insecticida para los huertos [porque su plato favorito son los ratones de campo] empiezan a entender el papel que desarrollan en la naturaleza", concluye.

Además de las rapaces, en el centro Cañada Real hay más de un centenar de animales de 60 distintas especies. Uno de los preferidos es Nicolás, un buitre leonado de dos metros de envergadura (de ala a ala), que se pasea a su antojo por las 16 hectáreas del parque. Su ala izquierda está partida "por los disparos de un cazador desalmado", apunta Susana de la Rubia, la directora del centro.

Valentín, un milano negro, no tiene ninguna ala rota, pero no puede valerse por sí mismo en la naturaleza porque está domesticado: vivió durante 16 años en un gallinero. "Lo cogieron de un nido, y como lo alimentaron desde que era un pollo, ya está acostumbrado al hombre", explicó el cuidador José España.

No menos curiosa es la historia de Nerón, un enorme jabalí de unos 120 kilos de peso, que campa a sus anchas por un corral convertido por la lluvia en un barrizal. Fue capturado cuando era un rayón por un cazador que lo cuidó durante meses.

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