_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Dios

La exhibición del dinero fresco era cosa de relativo gusto. Los nuevos ricos eran simples plebeyos que habían engordado con monedas, como podrían haber llenado su panza de tocinos o chicharrones. Tenían poder, pero les faltaba potencia. Podían, pero no imponían. Ahora, sin embargo, los ricos pueden exponerse relucientes, pesados, desnudos. Es decir, convertirse en mera salacidad. Obscenos como beneficiarios de su especulación, grandes y gordos como efecto de su bulimia, pulidos como lingotes macizos. Ahora los ricos valen directamente lo que pesan, y así George Soros puede desequilibrar el valor de la rupia, el won o el bhat, Warren Buffet puede izar a pulso el valor de 4.000 toneladas de plata o Ted Turner, que ganó 1.000 millones de dólares en ocho meses de trasiegos bursátiles, lastrar con sus kilos la volátil anemia de la ONU. El mismo Bill Gates aún podría hacer más para aplomar, si le place, la masa virtual en que se ha convertido el planeta. Según el Informe Mundial sobre Desarrollo Humano de 1997, la relación de renta entre el 20% de los más ricos del mundo y el 20% de los más pobres, que era de 30 a 1 en 1960, ha saltado de 84 a 1. El año pasado, el patrimonio de los diez multimillonarios mayores representaba más de 1,5 veces la renta nacional de los 50 países menos avanzados. En México, por ejemplo, los bienes del señor más acomodado equivalen a los que suman sus 17 millones de ciudadanos más pobres. Podría erradicarse la pobreza del mundo de aquí al año 2000 con gastar unos 80.000 millones de dólares. Es decir, menos del patrimonio acumulado de las siete personas más ricas del planeta. Se encuentra, por tanto, esperanzado ramente muy cerca el día en que un solo individuo sea capaz de hacerlo todo. En ese gran instante, ya nadie dudará de la existencia de Dios.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_