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Amar a Lorca y odiar el lorquismo

Ernesto Caballero estrena un irreverente texto 'alorcado' que acaba mezclando parodia, jondura y homenaje

Este fin de semana, la compañía de teatro El Cruce ha estrenado en Fuenlabrada (Madrid) la obra María Sarmiento, original del autor madrileño Ernesto Caballero (1958). La función, una "comedia alorcada en tres actos", propone una forma distinta de conmemorar el Año Lorca: dando leña, parodiando el teatro lorquiano desde dos creencias básicas, que "la parodia es un género honesto y fértil", y que la diana era "es e punto lorquiano cañí, heredero del drama rural con resabios costumbristas, a veces pretencioso, otras demasiado solenme".Antes de ponerse a escribir, Caballero repasó el teatro de Lorca de la A de Así que pasen cinco años a la Z de Yerma. La idea era hacer una comedia en verso desde una mirada "entre bufa y sutil" que remedara escenarios y personajes tópicamente lorquianos. Tenía un título sonoro, Lorca puro: María Sarmiento. "Era ideal, porque habla de su universo preferido, el femenino; viene de una cancioncilla popular, que tanto le gustaban, y es a la vez irreverente".

"María Sarmiento, que se fue a cagar y se la llevó el viento", decía el latiguillo, y Caballero iba creando su comedia y a la vez se la contaba a sus amigos actores. Una de ellas, Susana Hernández, también presentadora de televisión -Mitomanías-, meditaba entonces formar compañía propia. Hoy, Hemández no sólo es la protagonista de la obra, sino la productora: "La idea de jugar con algo de Lorca este año era muy atractiva y el texto está escrito para patinar por encima, es un dulce para los actores. María tiene cosas de mujer lorquiana muy bonitas, de Adelita, de Marianita Pineda...

"Burla burlando, Caballero reconsideraba su amor/odio: "Leyéndolo despacio, tratando de sonar como él, supe que lo que había odiado no era al escritor, sino su recepción". Es decir, los montajes de sus obras, "ese teatro pretencioso, retórico, lleno de lugares comunes y soluciones escenográficas artificiales, recitado desde la impostación o la veneración y que escondía al gran poeta de la escena, ingenuo y popular, tan visionario como Valle".

Pero para acabar de ser fieles al espíritu faltaba la música. Javier Limón, compositor flamenco de éxito reciente -el disco de Remedios Amaya, con temas suyos, ha vendido 75.000 copias- creó las canciones. Sarmiento, el gitano perseguido, María y sus tres hermanas (Petra, Lorenza y Nuria, que viven en un cortijo maldito por la fama de la madre, llamada la Viuda Negra porque enterró a cuatro maridos) se encontraron una misión imposible: aprender jondura, cantar flamenco. Y Caballero, mientras, bebía entre dos aguas como nunca: "Yo, que siempre había visto el flamenco como un timo para turistas...".

Los ensayos y la música convirtieron el escenario en un patio: "El local se llenaba de gitanos, y todos andábamos de repente enganchados a la veta andaluza. Locos perdidos, porque el flamenco no hay manera de parodiarlo, y cada vez más imbuidos en Lorca". Y así fue, más o menos, que El Cruce estrenó este fin de semana en un pequeño teatro barraquero su parodia y su homenaje a Lorca.

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