A mi padre, Fernando Múgica Herzog

Hoy hace dos años fuiste derribado por los nazis vascos.Sabes bien que no fuiste el último. Allí donde estás, al lado del Dios de la Libertad, comprobarás con espanto la inacabable degeneración de los que un día decidieron segar tu vida; los mismos que han convertido en negocio la muerte ajena; los mismos que trafican con las libertades, también ajenas.

Volveremos hoy a rendirte homenaje; a ti y a cuantos han sido víctimas del comercio de la pretendida salvación que precisa de concesiones. Pero no piensen los nazis que hoy sólo te vamos a recordar. Porque si recuerda quien olvida, han de saber los genocidas que nosotros no olvidamos; como tampoco perdonamos. Han de saber que seguimos dispuestos a violar su ley mafiosa del silencio.

También lo han de saber quienes, artífices de la indiferencia, que es la nada, son realmente incapaces de imaginar una Euskadi sin las pistolas de unos y los funerales de otros. Los mismos que buscan oro en el desierto y venden pócimas encantadas. Allá ellos y su silencio, cobarde y permisivo. Allá ellos y su modelo, fracasado y moribundo.

No será en primavera. Será en otoño cuando brotará la flor de la nueva y regenerada sociedad civil vasca. Lejaím, Poto.