Un éxito horrible
¡Qué éxito! Los ediles de HB muestran fotos de los presos que quieren liberar, y se crea un gran escándalo nacional. Los concejales del PP dan un rabotazo, el alalde se ve acusado de colaboracionista, se dice que sea roto la unidad nacional política contra el terrorismo, los periódicos hacen editoriales o dedican portadas al suceso. Los ministros declaran. Han conseguido lo que querían. ¿Se puede evitar? Quizá no se deba dar tanta importancia a un suceso como ése: pero HB cuenta con la naturaleza humana. En esa naturaleza hay una dosis de tontería, otra de afición al espectáculo, una capitalización de los sucesos; pero también una ampliación de los sentimientos lícitos, y un derecho a la indignación. También "ellos" son así: nadie puede escapar a su naturaleza y, como ellos bien saben, son también españoles y los españoles tenemos un carácter, pese a la negación de los caracteres nacionales que hizo otro vasco, y muy admirable: Julio Baroja.En toda esta barahúnda proliferan nuestras maldiciones. Se denuncia que la exhibición de un asesinato de ETA es provocadora. Naturalmente. Para la televisión, para los fotógrafos. Y los actores actúan conforme al guión de HB. El asesinato era también una provocación, todos lo son: no matan a una persona, sino que crean una onda expansiva. Y tampoco tiene remedio, y ellos lo saben: para esa acción hay una, reacción. Nos parece a otro tipo de personas, a otro tipo de culturas, o de conciencias, o como, se quiera llamar a eso que sentimos, que alzarse frente al miserable le hará ver su condición. Las manifestaciones, los editoriales, los discursos o las columnas no las hacemos para mostramos, entre nosotros, lo que sabemos: lo hacemos para ellos. La condena tiene un destinatario: el condenado. Pero si éste se siente feliz de ser denunciado por sus enemigos y cree que su condena multiplica el terror que produce, les maravillará su propio éxito. Cuando Erostrato incendió el templo de Artemisa estaba seguro de que le iban a maldecir; si supiera que su cochina gloria ha hecho su nombre inmortal estaría más satisfecho. A nosotros nos parece que el crimen premeditado y ejecutado contra un inocente es siniestro; pero a ellos, no.
No tenemos defensa: estamos obligados a reaccionar. Peor sería callar, abrir una censura aunque fuese autocensura. Ser como somos puede ser su éxito, pero también el de otro ideal: el de mostrar que la democracia se tiene que cumplir.
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