Sampedro denunció en su testamento la desidia de la sociedad ante la eutanasia
Campaña en Galicia para autoinculparse de la muerte del tetrapléjico
Ramón Sampedro redactó el 28 de diciembre de 1997, quince, días antes de morir, un testamento en el que reflejaba su inequívoca voluntad de quitarse la vida. Son 15 cuartillas escritas con la boca, sin apenas tachaduras, en las que Sampedro, "tras 29 años, cuatro meses y algunos días" de penosa situación, anuncia su decisión de terminar con la obligación de vivir. Cuartillas dirigidas a los jueces y a las autoridades políticas y religiosas en las que también denuncia la desidia de una sociedad "insensible" ante una situación tan doliente.
El testamento de Ramón Sampedro, al que ha tenido acceso este periódico, es un documento que figura en el sumario del caso que instruye una juez de Galicia en busca de los responsables de su muerte. Llama la atención la escasez de tachaduras; sólo parece equivocarse al dividir su texto en capítulos, repitiendo el primero.En dicho texto se refiere a la grabación de su propio fallecimiento. Es una prueba más de la existencia de un vídeo -también en manos de la juez Salomé Martínez- que alguno de los once amigos que colaboraron en la muerte de Sampedro (véase EL PAÍS del pasado domingo) grabó probablemente en la madrugada del 12 de enero en Boiro (A Coruña), en los últimos momentos de su vida.
Sampedro, de 55 años, quedó tetrapléjico a los 26 a causa de una fatal zambullida. Los últimos cinco años de su existencia los dedicó a su desesperada e inútil batalla legal por el reconocimiento de la eutanasia activa. Fueron años decisivos en los que el Gobierno socialista acometió la reforma del Código Penal. Pero el nuevo, que entró en vigor en mayo de 1996, no despenalizó la eutanasia, si bien redujo sensiblemente las penas. En el antiguo código la eutanasia no estaba regulada, por lo que se permitía su equiparación con la inducción o cooperación al suicidio, castigados con hasta 20 años.
El Código Penal vigente aplica una pena de dos a cinco años de cárcel al que coopere con actos necesarios al suicidio de una persona, y castiga con entre seis y diez años "si la cooperación llegara hasta el punto de ejecutar la muerte". Ese mismo artículo 143 añade que la pena será menor en uno o dos grados cuando haya "petición expresa" e "inequívoca" de la víctima, lo que traducido significa que la pena estaría entre un mínimo de seis meses y un máximo de seis años, según la interpretación que del código hace José Manuel Valle Muñiz (Comentarios al Nuevo Código Civil. Editorial Aranzadi).
Para Sampedro no era suficiente. Él defendía el derecho a morir dignamente; sin lo que para él significaba una "burla" legal. Con los tribunales en contra, tuvo tiempo para planear cada detalle de su muerte y evitar en lo posible la inculpación de alguno de los amigos, que le ayudaron a morir. Por eso escribió un testamento donde certifica su petición expresa e inequívoca.
Pero dado que la justicia no ceja en su empeño de buscar culpables -su novia Ramona Maneiro está imputada en el proceso-, parte de la sociedad gallega se ha movilizado para lanzar una campaña de autoinculpación. Ya hay decenas de firmas recogidas bajo esta afirmación: "Yo también ayudé a morir a Ramón Sampedro".
Hoy mismo se presenta el acto de homenaje que mañana jueves se le dedicará en la Universidad de Santiago. La Asociación Pro Derecho a una Muerte Digna que preside Salvador Pániker y la cátedra de Ética de la Facultad de Filosofía que dirige Esperanza Guisán abanderan dicho homenaje.
Guisán, que es además la presidenta de la asociación en Galicia, no conoció en vida a Ramón Sampedro, si bien se carteó con él. "Leí su libro Cartas desde el infierno [publicado en 1996] y me impresionó profundamente", explica. Para ella, la eutanasia es "el derecho fundamental por excelencia".
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