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Tribuna
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Olivos

"Con la alegre tristeza del olivo "(Miguel Hemández)

Mientras que a los otros les sacamos de su muerte el provecho, a estos árboles los queremos vivos para que de ellos mane ese lubricante de las arterias, ese fluido de formidable sabor, olor y poder alimentario que llamamos aceite. Ya sólo por eso el olivar adquiere raíces más profundas que las propias. Porque vive y hace vivir.

Pero lo que estamos propalando estos días, como en casi todo lo que tiene que ver con el mundo rural y lo ambiental, no es más que una parte. Poco es en realidad, con ser ahora crucial, los casi 46 millones de jornales, los 300.000 millones de pesetas que se mueven en tomo. a su producción, el ser la actividad básica de regiones enteras. Se olvida que la sonrisa del olivo, el aceite, es uno de los productos menos ayudados por la burocracia. Porque mientras que para el conjunto del sector agrario las subvenciones suponen en tomo al 50%, en éste suelen quedarse en el 25%.

Aunque resulta imposible abordar la larga lista de las prestaciones de olivar por las que nadie paga, y menos las ayudas europeas, queremos recordar algunas de las tareas que acomete esta arboleda domesticada.

En primer lugar, es una inmensa colección de ejemplares con todo tipo de formas, edades y tamaños, situaciones, rendimientos y vocaciones. Las variedades y razas se cuentan por decenas, si bien puede decirse que no hay dos olivos, no ya iguales, ni siquiera parecidos. El olivar, por su diversidad y obligadas geometrías, crea el paisaje agrario más bello del planeta. Todo ello sobre una superficie de más de dos millones de hectáreas y con un número que supera los 200 millones de árboles.

Pero además de guapa es ésta una arboleda sabia. Porque no hay conocimiento tan importante como el de saber pasar por, el tiempo, y son muy pocos los seres vivos que envejecen mejor que el olivo. Y lo hace sin cansarse en su trabajo, sin cesar su cosecha, aunque a menudo sea vecera, pero sin negarse un solo año. Su edad burla incluso a nuestras edades históricas completas. Hay por ahí olivos que dan sombra desde los siglos oscuros y que, por tanto, son milenarios. Muchos de los más productivos tienen unos doscientos años. Los que ahora plantemos podrían alcanzar futuros incalculables. A través de los olivos, sencillamente, duramos más. Son, pues, inmejorables ejemplos de rendimiento sostenible a largo o larguísimo plazo.

Son también silenciosos, gratuitos y limpios purificadores del aire.Ahora que nos agobia la suciedad de la atmósfera debemos comenzar a valorar la generación de oxígeno por parte de losárboles, y más si, como éste, resultan austeros en su demanda de agua y de suelos.

Los olivos son, además, la quieta vanguardia que se alza contra los anhelos expansionistas del desierto. Precisamente su masiva presencia en las comunidades más sureñas le convierten en esa primera línea de contención frente a una de las principales amenazas en contra las que nos hemos de enfrentar. Ya sólo por sostener suelos y minimizar la erosión y su paralela contribución a regular el ciclo hidrológico, el olivar vale mucho más de lo que dicen que vale. Como vale su excelente madera.Como vale la aceituna que se come. el pájaro o el mamífero silvestre. Porque los olivos son la base de un sistema natural de primera categoría. Los estudios del biólogo Joaquín Muñoz Cobos demuestran que el olivar andaluz acoge durante la primavera a más de 30 especies de aves nidificantes con densidades de hasta cuatro ejemplares por hectárea. Durante elinvierno esa cifra sube a 10 aves por hectárea, y son de casi 50 especies diferentes. Otras tantas, usán estos cultivos durante sus migraciones. Pero lo que realmente llega ser de importancia para el medio ambiente a escala europea es que la inmensa mayor parte de los casi 200 millones de aves que invemaden nuestros olivares criaron en los otros países de la UE. Es más, una parte considerable de la actividad cinegética de amplias comarcas españolas se debe al olivar.

Ciertamente, no se acaba aquí la lenta creatividad de los olivos, que además soportan como nadie los vaivenes de nuestro caprichoso clima. Todo eso lo hace a pesar del pésimo trato que la cultura de los rendimientos crecientes ha impuesto. Porque el olivar es regado con venenos y se ha expulsado de ellos a buena parte de los sistemas naturales de control de plagas o de fertilización orgánica.

Si valoráramos en lo que vale al olivar, su futuro dejaría de depender de lo que trame un frío y oscuro comisario que, obviamente, ignora la mayor parte de lo visible y todo lo todavía oculto de los luminosos olivos.

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