_
_
_
_

Subir a las montañas urbanas

Escaladores madrileños aprovechan muros y rocódromos para practicar los días laborables de la semana

A falta de montaña, cualquier imitación es buena. Los jóvenes escaladores, amantes del riesgo, trepan a una pared con varios metros de altura con tal de calmar su ansia de montaña. Más de un Ayuntamiento ha levantado un rocódromo para no ver, impotente, cómo sus monumentos sufrían el vapuleo de los escaladores. En los últimos años, esta suerte de montañas urbanas han brotado por toda la región. La más antigua es la de San Sebastián de los Reyes, construida hace ocho años, si bien el rocódromo del estadio de La Peineta es el que mayor afluencia de público registra: 7.500 escaladores en 1997. Entre los muy visitados destacan los rocódromos de Leganés, Las Rozas, Fuenlabrada y el de la Ciudad Universitaria.

Más información
Zapatillas y magnesio

La cuesta de la Vega es el punto de escalada con más solera de Madrid. Por allí se encaraman a diario decenas de jóvenes que entrenan de lunes a viernes para salir a la montaña los fines de semana. "No tiene demasiada dificultad, por eso es frecuentado por gente que se está iniciando y vecinos de la zona", comenta José Luis Muñoz, director de la Escuela Madrileña de Montaña, integrada en la federación.

Los profesionales y deportistas experimentados apuestan por la montaña, pero en la ciudad practican en el puente de los Franceses. El último campeón de España de escalada, Daniel Andrada, ha montado en uno de sus arcos la montaña urbana más retadora de la región. "Daniel ha preparado un muro de mucha dificultad donde puede desarrollar su escalada, mientras otros debemos subir y bajar varias veces porque es muy duro", subraya Muñoz.

En algunas localidades, como Móstoles, los escaladores no pueden dar esquinazo a los circuitos alternativos al no disponer de rocódromo. Deportistas como los de la asociación mostoleña Al Alba trepan por la pared de un puente, sobre el que pasa la autovía de Extremadura. Le han pegado al muro cantos rodados o fragmentos de ladrillo para poder aferrarse, pero la pasta utilizada (sicadur) a veces los traiciona y caen al suelo. A pesar de que la escasa altura impida filigranas, cada día acuden decenas de escaladores y vecinos que se preparan para bombero o policía.

Tanto si se practica en paredes minúsculas como la de Móstoles (tres metros de alto) o imponentes como la de La Peineta (ocho metros), la escalada en la ciudad no es peligrosa ni para los espectadores: "Que no se asusten los vecinos, porque igual que un atleta entrena corriendo por un parque, un escalador lo hace trepando paredes", alienta Muñoz.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_