"Mamá, ha sido como en el expreso de medianoche"
Los españoles retenidos en Quito al hallarse droga en su equipaje despiertan en Barajas de sus 72 horas de pesadilla
La pesadilla ha durado tres días. Los 10 españoles retenidos en Quito (Ecuador) al encontrarse 60 kilos de cocaína en sus equipajes cuando volvían de una expedición en la que pretendían grabar un vídeo despertaron ayer, a las ocho de la mañana, al llegar al aeropuerto madrileño de Barajas. Allí les esperaban sus familiares y amigos, muchos de los cuales se habían trasladado hasta la capital en los dos autobuses fletados por el Ayuntamiento de Córdoba, de donde proceden seis de ellos. "Mamá, ha sido como en El expreso de medianoche", resumía Angel Gallego, de 33 años, en alusión a la película que cuenta las desventuras de un joven norteamericano apresado en Turquía con un alijo de droga.
Por unas horas, Barajas fue una fiesta esperando el reencuentro. Los más jóvenes coreaban el grito de "campeones" para hacer tiempo ante la larga espera de un avión que llegaba con retraso. Llevaban pancartas y cava para celebrarlo. Mientras tanto, muchas madres se comían las uñas esperando abrazar a sus hijos. .
Por fin, alguien dio la señal espera da: "Ya han aterrizado. Los padres podemos entrar a verlos". En una sala de autoridades del aeropuerto se produjo el primer encuentro con la sola presencia de un miembro de cada familia. La madre de Gallego lo contaba más tarde: "No se esperaba verme y nos hemos dado un abrazo enorme. Todavía no sabe que también han venido sus siete hermanos y ahora se va a llevar, el alegrón".
Pero eran las nueve de la mañana y los recién llegados aún no salían. El abogado contratado por sus familias para presentar una denuncia en la Audiencia Nacional, José Martínez, les daba las últimas instrucciones antes de reunirse con los suyos y, sobre todo, con los medios de comunicación: "Nada de hablar de la detención". Por si no quedaba claro, hizo la misma advertencia a los periodistas antes de permitir la salida de los jóvenes, ahora convertidos en héroes. Por fin, los abrazos y, sobre todo, la emoción.
Ha sido una, experiencia muy dura", explicaba el pamplonés Fermín Aristu Remón, de 30 años, el monitor del grupo; "aprendes que no te puedes fiar ni del que te crees que es tu mejor amigo". Aristu es el que más tiempo, un año, llevaba trabajando con' el responsable de la expedición, Antonio Luna Rodríguez, de 40 años, sobre quien recaen todas las sospechas de haber introducido el alijo en los equipajes y que está detenido en la cárcel madrileña de Carabanchel.
El alijo lo halló la policía en uno de los bidones en los que se transportaba el material deportivo. "En ése había también ropa de Luna mientras que el resto de los bidones con nuestro material personal estaban limpios", añadía Aristu. Luna abandonó Ecuador antes que el resto del grupo,, pero fue capturado por la policía a su llegada a Barajas el pasado martes. "Resultó un arma de doble filo porque, a pesar de que los bidones los llevábamos nosotros, él era el responsable de ellos".
La policía ecuatoriana supo casi enseguida que ninguno de los diez retenidos en el aeropuerto de Quito conocía de antemano la existencia de la droga. Pero sus, leyes les impedían dejarles marchar sin permiso judicial. Inmediatamente redactaron un informe favorable a su libertad y lo enviaron al juez de lo penal competente. Cuando llegó la decisión favorable del magistrado, los españoles habían pasado ya 72 horas en el cuartel de la Interpol en Quito.
"Cuando nos dijeron que habían encontrado cocaína, se nos cayó el mundo encima", cuenta Manuel Sánchez, de 21 años, uno de los cuatro ciclistas de la expedición -el resto la formaban unmecánico, un monitor, dos organizadores y dos cámaras- Y mucho más cuando las autoridades ecuatorianas les explicaron que la pena por este delito puede llegar hasta los 20 años de cárcel. Sólo pasaron una hora -en los calabozos, pero fue suficiente para que saliesen espantados: "Aunque había barrotes, sólo cuando abrían la puerta entraba aire".
Todos, padres e hijos, coinciden en agradecer la ayuda del cónsul español en Quito, León de la Torre, quien desde que supo de la retención pasó casi todo el tiempo con ellos, en la misma sala donde pasaron los tres días. "Era un cuarto pequeño", explica Aristu, 11 que utilizaban los militares como sitio de descanso. Dormíamos todos juntos en el suelo, sobre tapices que habíamos comprado. Cuando despertabas, deseabas que todo hubiera sido un sueño. Uno de los guardias tuvo que salirse fuera una noche del olor que salía de los lavabos
Pero podía haber sido peor. El témor de los diplomáticos españoles en Quito era que los llevaran a una cárcel de verdad porque "allí dentro no hay ley", según contaban los familiares de Emilio Ávila, de 18 años, el más joven de los ciclistas. De ahí, la presión que hizo la diplomacia española para que ,no se los llevaran del cuartel. "Las familias acudimos incluso a varias órdenes religiosas porque los chicos han estudiado en sus colegios y, pensábamos que allá tienen todavía mucha fuerza", agregaban.
Muchos de los familiares ya se habían hecho a la idea de tener que viajar a Quito. para sacarlos. "Me habría ido a vivir allí si hubiera hecho falta", dice el padre de Emilio, José Ávila. Él fue uno de los primeros en viajar a Madrid para denunciar a Luna ante la Audiencia Nacional. Sabe que esto no ha terminado y que "los chicos" aún tendrán, que testificar. "Por lo menos, nos queda el consuelo de que valga de ejemplo y no nos engañen más a la juventud".
Nadie se explica cómo Luna les engañó. "Me había prometido ir a rutas que para, un montañero son un sueño", concluía Aristu; "quizá es mejor que todo haya terminado porque parece que otras veces ya nos había utilizado".
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