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La nueva 'garganta profunda'

Linda Tripp, de 48 años, divorciada de un coronel, es la chivata o nueva garganta profunda de la historia. Primero grabó por iniciativa propia las confidencias de su compañera de trabajo en el Pentágono, Monica Lewinsky; luego lo hizo por instrucciones del fiscal Kenneth Starr, con cacharros suministrados por el FBI.

Tripp entró a trabajar en la Casa Blanca bajo la presidencia de George Bush y siguió allí cuando llegó Clinton. Era auxiliar administrativa en el gabinete jurídico cuando se produjo el suicidio de Vincent Foster, el amigo y abogado de Clinton que le defendía en el caso Whitewater. De hecho, fue la última persona que le vio con vida en la Casa Blanca. Sus compañeros de trabajo la describen como "una persona que sabe escuchar y que invita a la confidencia".

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Tripp vivió su traslado forzoso desde la Casa Blanca al Pentágono como un castigo por su testimonio en el asunto Foster. "Yo sé demasiado sobre Whitewater", decía en el Pentágono. Se convirtió en una de quienes en Estados Unidos fueron bautizados como the Clinton haters (los que odian a Clinton y le atribuyen todo tipo de delitos).

El pasado verano le contó a Newsweek la historia del asalto sexual sufrido en la Casa Blanca por Kathleen Willey. Entretanto, se ganaba la confianza de Lewinsky y empezó a grabar lo que le contaba.

Tripp hizo llegar las grabaciones a los abogados de Paula Jones y a Starr, el fiscal especial del caso Whitewater, el mismo del que ella decía conocer tantas cosas. Una vez en manos de los abogados, éstos usaron las revelaciones como cebo para el presidente. Bajo juramento le preguntaron por sus relaciones con Lewinsky y él las negó.

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