Sobre la eutanasia
Durante los últimos días, a raíz del fallecimiento de Ramón Sampedro, un tetrapléjico, en la provincia de A Coruña, se ha suscitado el ya viejo debate sobre la eutanasia. En su editorial del 14 de enero se hacían algunas reflexiones poniendo de manifiesto la diferencia entre la eutanasia en sentido propio, también llamada activa (causar la muerte de otro "con actos necesarios y directos", según la definición del Código Penal), y la simple muerte natural a consecuencia de una enfermedad o lesión, no retrasada por determinados tratamientos médicos o quirúrgicos (esta última, perfectamente legal e indiscutida).Además de la casi total unanimidad de las legislaciones penales de todo el mundo en cuanto a la prohibición de la eutanasia activa, EL PAÍS apuntaba la posible manipulación del enfermo por parte del personal sanitario o de las instituciones sanitarias -por cierto, no sólo públicas- que corren con los gastos. También aludía a la "influencia" de los familiares, que pueden condicionar o sustituir el consentimiento del enfermo.Omite, sin embargo, algunas consideraciones que me parecen relevantes. ¿Existe verdadera lucidez en el "consentimiento" de una persona cuando está experimentando fuertes dolores o una grave enfermedad? ¿Puede existir conflicto de intereses entre la "Influencia" de los familiares y su probable condición de herederos o de beneficiarios de un seguro de vida o de una pensión? Y, sobre todo, ¿basta la voluntad de un sujeto para disponer de su propia integridad física? ¿Resulta aceptable, por ejemplo, la mutilación genital femenina cuando lo pide la propia mujer? ¿Qué decir de la comercialización de los propios órganos? La decisión sobre la propia vida, ¿realmente no afecta a la sociedad?-
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