Una violista sensacional

Desde su creación en 1945 la Orquesta de la Radio del Norte de Alemania (Hamburgo) adquirió un grande y doble prestigio: su intrínseca categoría y su permanente atención a la composición contemporánea. Stravinski, Einem, Fortner, Jolivet, Ligeti, Maderna, Petrassi, Nono, Penderecki, Stockhausen, Werner Henze, Cristóbal Halffter, Denisov o Schnitke pueden representar el protagonismo concedido por la NDR a los autores de nuestro tiempo en actitud mantenida por sus sucesivos maestros titulares, desde Schmitdt-lsserstedt hasta Blomstedt. Semejante ejecutoria otorga a la orquesta hamburguesa un capítulo protagonista en la historia musical del siglo XX.Ya conocida aquí, la NDR mantiene su prestigio, la hermosa densidad de su sonido, la cohesión y el virtuosismo, aunque quizá ha pasado por etapas todavía más, brillantes. Fiel a su historia, el programa enfrentaba una obra de repertorio como es la Sinfonía número 2 de, Sibelius, escrita en 1902, y el Concierto para viola de Alfred Schnitke, que es de 1985. La obra del compositor ruso (Saratov, 1934) que se siente igualmente alemán y judío, ha logrado extraordinaria notoriedad en los últimos años. Posee el interés de sus diversas propuestas dentro de unos criterios totalizadores de muy varias tendencias estéticas que el músico logra impostar en la unidad de su ideario personal. El lirismo intenso, a veces amargo, de Schnitke debe algo al de Shostakovich, pero la apertura es más evidente en su sucesor. Sí es comparable la tensión expresiva y el humanismo meditativo.

Las muchas bellezas del concierto para viola pudimos calibrarlas con exactitud gracias al arte y al poderío técnico de una violista sensacional: Kim Kashkashian, de origen armenio, pero nacida y formada en EE UU. Tiene ahora 45 años y ejerce su alto magisterio en el concierto y en el aula además de trabajar los pentagramas de compositores actuales. Su sonido poderoso, redondo, flexible y el palpitante rigor de su criterio sitúan a la Kashkashian entre las elegidas del violismo de todos los tiempos. El éxito fue completo y a él contribuyeron, desde su alta calidad, la orquesta y su director en un trabajo muy identificado con la solista. No menos grandeza alcanzó la Sinfonía en Re mayor de Sibelius, poemática, tardorromántica y tocada por un popularismo de buena ley que Herbert Bloinstedt desentraña en su trasfondo y en toda la luminosidad de sus colores instrumentales.