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El Vaticano abre a los estudiosos los el archivo de la Inquisición romana

Los miles de legajos podrán examinarse a partir del 22 de enero

La Iglesia católica está dispuesta, dicen, a purificar su memoria con un profundo examen de conciencia. Primero fue el análisis sobre los pecados de antijudaísmo -de los que salió impoluta como tal institución- y ahora le toca el turno a la Inquisición. La primera medida para hacer luz sobre una institución "transnacional", identificada por enemigos y críticos neutrales de la Iglesia como un ejemplo cumbre de intolerancia e intransigencia religiosa, ha sido la de abrir las puertas de los archivos romanos del Santo Oficio.

Miles de volúmenes y legajos sobre procesos a "herejes", "brujas o adoradores de la ciencia habidos entre 1542 y 1903 quedarán al alcance de los estudiosos, "sin distinción alguna de país, fe religiosa o pensamiento", a partir del 22 de enero. Un gesto, de apertura que simboliza el nuevo talante vaticano de fin de milenio, que ha incorporado buena parte de la filosofía de lo políticamente correcto."La Iglesia no le tiene miedo a la historia", declaraba recientemente al diario, La Repubblica el cardenal Achille Silvestrini, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales. "Con esta decisión tendremos una contribución de la historiografia para conocer la documentación sobre hechos controvertidos o sobre los que se han dado diversas interpretaciones", añadía.

El Vaticano, que se resiste tenazmente a abrir los archivos relativos al papado de Pío XII y la II Guerra Mundial, juzga seguramente inocuos unos hechos -los años más duros de la Inquisición terminaron en el siglo XVIII- que han entrado ya en la zona fría de la historia.

La tranquilidad de ánimo del cardenal Silvestrini se comprende sobre todo cuando se recuerda que los dos procesos más sonados, el de Giordano Bruno y el de Galileo, han sido objeto ya de un amplio estudio. En el caso del primero -quemado en el romano Campo de Fiori en 1600- ha sido publicado ya en 1969 un texto sobre el proceso. Y en cuanto al segundo, a instancias del propio Juan Pablo II, el caso fue reexaminado en 1992 y Galileo obtuvo finalmente la rehabilitación. A eso hay que añadir la considerable merma que guerras, invasiones y demás desastres han causado en los archivos del Santo Oficio. Según el propio comunicado emítido por la Congregación de la Doctrina de la Fe (que absorbe al antiguo Santo Oficio y a la Congregación del Índice de Libros Prohibidos), la "práctica totalidad de los actos procesales" se perdió con el traslado del archivo de Roma a París, ordenado por Napoleón I (1816-1817). Una mala noticia para los estudiosos que han visto siempre con interés el material histórico atesorado por la Iglesia católica.

Lugar secreto

Según el director del archivo del Santo Oficio, Alejandro Cifres Gimenes, las puertas de este lugar secreto se habían abierto ya ligeramente desde hace siete años. El cardenal Joseph Ratzinger ha autorizado el acceso con cuentagotas, de unos setenta historiadores de todo el mundo. Las normas de acceso no se relajarán demasiado con la apertura oficial. Se seguirá exigiendo dos cartas de presentación, una de una autoridad académica y otra de una eclesiástica, lo que viene a ser un proceso más sencillo que el necesario para obtener una acreditación de prensa vaticana.

En vista de la situación, todo parece indicar que el material más "sustancioso" procederá del índice, que contiene no sólo los títulos, sino también las motivaciones y las acusaciones que decidieron la prohibición de tantos autores a lo largo de los siglos.

Para el cardenal, aparte de la espectacularidad de procesos como el sufrido por Bruno, "existen casos menos clamorosos que requieren una investigación. De 1500 a 1903 han ocurrido cosas importantísimas. Está el periodo posterior a la Reforma, todo el 1700 con el iluminismo y la Revolución Francesa, el 1800 con las relaciones de Iglesia y liberalismo. Poder consultar una fuente inexplorada será un verdadero placer para los estudiosos".

A lo largo de 1998 no sólo los estudiosos sino la propia Iglesia se adentrará en el examen de los años más turbulentos de la Inquisición. En el comunicado con el que el Vaticano anunciaba la apertura de los archivos del Santo Oficio no hay menciones a España, la potencia católica en los siglos XV y XVI. Pero, dado el desarrollo que alcanzó en España el Santo Oficio, es poco probable que un análisis de la institución deje fuera las actividades de la sección española, que durante siglos, y pese a los desmentidos de muchos historiadores críticos, ha nutrido la leyenda negra".

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