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Tribuna
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La tercera muerte de Dios

¿Cuándo duda usted de la existencia de Dios? (sondeo, 'Le Figaro, 18 diciembre 1997). Respuesta número 1 para el 40% de los encuestados: ''Cuando hay genocidios en el mundo, como en Ruanda... ".Haua, 3 años; Yahia, 8 años, y Selma, 11 años, fueron destripadas: sus asesinos colgaron sus entrañas como guirnaldas en las ramas de los árboles. Sobre el cuerpo decapitado del padre cosieron una cabeza de muñeca. La madre, la abuela, las tías, los tíos..., toda la familia descuartizada. Para no descuidar nada, un chaval de nueve años fue clavado por los brazos. En lenguaje cristiano, esto se denomina crucifixión. La ceremonia tuvo lugar a ocho kilómetros de Argel, la víspera de Navidad. El horror de Bainem va dirigido al mundo entero.

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Estas informaciones, recogidas entre otros muchos horrores en la prensa argelina, no merecieron grandes titulares en nuestros países. ¿Por qué? ¿Para digerir en paz los pavos y los capones? ¿Porque las víctimas no eran -como en Luxorturistas europeos? Temo que estos malos pretextos disimulen un desasosiego más profundo: incluso mis amigos de Argel, con los que hablo por teléfono, balbucean: no encuentran palabras para decir, lo indecible y narrar lo inimaginable. Pronto va a hacer diez años que en la otra orilla del Mediterráneo se exhibe una crueldad política inédita. Stalin disimulaba sus crímenes, no se responsabilizó de Katín. Hitler tapaba la solución final con un mínimo de Nacht und Nebel (Noche y Niebla). Los islamistas, en cambio, firman y reivindican el descuartizamiento de civiles como una "ofrenda a Dios". En el lugar de los hechos, ninguna autoridad religiosa ha condenado en su fundamento semejante masacre de inocentes. Cuando el FIS decreta una "tregua de las operaciones militares" (14 de octubre de 1997), homologa bajo la etiqueta de "operación militar" el crimen teológico-político, la evisceración de mujeres y que se corte a bebés en rodajas. ¿Justifica la invocación de Dios lo impensable? La opinión pública mundial, con San Egidio a la cabeza, repleta de buenas intenciones, urge a las partes implicadas a negociar. Sin condiciones previas. Sin condena solemne, urbi et orbi, del asesinato refinado de niños. Es echar aceite al fuego: si para ser reconocido como interlocutor internacionalmente válido basta con demostrar su capacidad de carnicería, cada cual se esforzará por hacer alarde del mayor número de cadáveres para demostrar su fuerza y controlar las negociaciones. De este modo, las almas bondadosas alientan una competición perversa: en cuanto un grupo integrista acepta un cese el fuego, sus rivales redoblan su crueldad para ganarle la partida. La idea de una negociación sin condición humanitaria alguna atiza el fuego. Errare humanum est, persevere diabólicum. Basta de ponciopilátismo. Dios murió una primera vez durante la 1 Guerra Mundial, cuando nuestras religiones del libro demostraron ser incapaces de detener la matanza entre los pueblos europeos cada uno de los cuales apelaba al, "Gott mit uns" (Dios con nosotros). Expiró de nuevo entre 1940 y 1945, en el ensordecedor silencio de sus representantes autorizados cara al mayor crimen de la historia occidental. Hoy, los asesinos le movilizan, mientras sus fieles lo ahogan con las blandas almohadas de sus buenas conciencias. ¿Para qué sirve la religión en el año de gracia de 1998? ¿Para discutir a favor y en contra de los preservativos ignorando al niño clavado a las puertas de Argel? Allá en lo alto, al Altísimo sólo le queda estallar... de risa.

André Glucksmann es filósofo francés.

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