Orejeras
"En la Villa de Cascorro, ¡ay, Carmela!, ¡ay, Carmela!..." gozamos de una alcaldía que, por fin, ha hecho cierto aquello de "y en el cielo un agujerito para ver Madrid", claro que por ese agujerito lo mismo te pueden caer cascos, cascotes o cascorros que te trepanen la encefálica.Para usar la tan de moda jerga jurídica: "Resultando que el futuro candidato a interfecto, el abajo firmante, habita en una casa con un patio donde extiende la colada familiar y cultiva unas plantitas para paliar la contaminación villana de tantas cacas de canes; resultando que el supradicho infrarrubricante mora en esa casa porque le da la gana; ítemmás, resultando que el iterado candidato a interfecto tiene un patio que limita con dos paredes desconchadas de un edificio de seis pisos del que se desprenden, con periodicidad semanal, unos lingotes de hormigón de unos dos kilos de peso y clavos de anticuarios; ex abundantia mortis causa, resultando que el ya letánico candidato a interfecto, ni él ni su familia tienen la cabeza dura, tuvo la osadía de presentar tres denuncias en el Ayuntamiento sin resultado alguno para su integridad física y la de los suyos, venimos en fallar y fallamos: que cuando se produzca el óbito de toda la familia se les exima de pagar esquela y que la necrológica se publique gratis en las páginas de sucesos: "En la Villa, etc., Nos, etcétera."
Sus orejeras, señores ediles que nos municipalizan, no son ya de burros, con perdón de los asnados, pero sí de irresponsables
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