_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La maravilla

El alcalde de Barcelona tiene pelusa de Madrid. El soclalista Joan Clos ha llegado a proclamar su envidia de la capital de España, lo que siempre le cuesta a un catalán. La causa que le motiva tal sentimiento no es el tráfico, ni el urbanismo, y mucho menos la limpieza de nuestra ciudad. Tampoco admira los servicios sociales que tenemos, ni la seguridad en nuestras calles, aspectos todos en los que Madrid poco tiene que enseñar a la Ciudad Condal. No, lo que admira realmente el señor Clos es el proyecto de ampliación del metro que financia la Comunidad Autónoma, un plan que no ha tenido el menor reparo en calificar públicamente de "maravilloso". "Tenéis Madrid horadado", le comentó el propio alcalde barcelonés a Ruiz-Gallardón en un encuentro reciente. "Ya me gustaría que Pujol hiciera lo mismo con nuestro suburbano", añadió.A veces han de verse las cosas desde fuera para evaluar su importancia o dimensión. Tal vez, además, la venta sistemática y reiterada que los políticos realizan de cualquier cosa que hacen, tenga o no trascendencia alguna, devalúe su discurso hasta el punto de sonarnos ya todo igual.

Lo cierto es que en el subsuelo de Madrid está en marcha una obra grandiosa y muchos madrileños ignoran su alcance. Se enteran, sí, de los traumas que provocan en el tráfico los tajos abiertos en superficie y que los conductores asumen como el paisaje tradicional de Madrid "patas arriba", pero muy pocos se hacen idea de la auténtica magnitud de la "movida interior". Seis gigantescos gusanos excavan incesantes los intestinos de la ciudad para abrir los 30 kilómetros largos de metro que fueron comprometidos. Seis máquinas capaces de avanzar hasta 40 metros diarios dejando el túnel limpio de tierra y alicatado hasta el techo. Un prodigio de 115 metros de longitud que nos cuesta entre 2.000 y 2.500 millones por armatoste y que constituye el juguete favorito, del consejero de Obras Públicas. Luis Eduardo Cortés ama a esas máquinas como a sí mismo. Gemólogo de profesión, rico de familia, propietario de dos restaurantes de postín, señor fino y educado, este político de derechas parece haber convertido la acción perforadora en su razón de ser. Estirado, como es él, con sus camisas de dos colores compradas en Londres, los tirantes de franja ancha y su chaqueta azul cruzada de marinero en tierra, este personajéde aspecto decimonónico se planta cada dos por tres las botas de pocero y un casco que le asemeja a la hormiga atómica, y se baja a chapotear en el barro de sus queridos túneles. El consejero pasea con. soltura por las nuevas galerías y les habla por su nombre a las tuneladoras; La Adelantada, que fue la primera en arrancar; La Alinudena o La Chata, que ha conseguido batir todos los récords de perforación. Don Luis es feliz cuando constata sobre el terreno sus asombrosos avances. Es, con diferencia, el miembro del Gobierno de Ruiz-Gallardón más satisfecho con lo que hace y el más envidiado por sus compañeros de gabinete. No en vano esa ampliación del metro que dirige ha dejado con una mano delante y otra atrás el presupuesto de las demás consejerías, además de endeudar a la Comunidad de Madrid per saécula saeculórum.

La extensión de la red es el proyecto estrella, el mimado de un Gobierno del Partido Popular cuyo presidente quiere birlarle a la izquierda su más emblemática propuesta: el fomento del transporte público en la región. Cada centímetro que horada La Chata nos cuesta a los madrileños un ojo de la cara, por lo que dentro de unos años, cuando hayamos terminado de pagar la obra, habrá crecido de manera espectacular la población de tuertos. De todas formas, mejor tuertos para entonces que no infartados ahora. El metro es la más eficaz receta para una ciudad cuya calidad de vida está degradada por su comprometida movilidad. Dentro de poco, y hasta las elecciones del 99, comenzará un rosario de inauguraciones que irán abriendo lo realizado por los topos mecánicos y humanos del señor consejero. Ruiz-Gallardón lo convertirá en su estandarte electoral, al alcalde de Barcelona se le pondrán los dientes largos y el consejero Cortés sacará pecho hasta reventar los tirantes. Será digno de ver.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_