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Reportaje:EXCURSIONES: CAÑADA REAL GALIANA

El ocaso de un camino

Esta vía de la trashumancia, objeto de mil usurpaciones, sigue intacta entre Ribatejada y Fresno de Torote

Allá por San Miguel, las merinas que durante el verano habían estado paciendo ad líbitum en los puertos de Cebollera eran reunidas por los pastores junto a la ermita riojana de la Virgen de Lomos de Orios y, guiadas por mansos y manseros, transponíanse hacia Soria rodeando el Urbión, cruzaban la sierra de Cabrejas y el río Duero, atravesaban Guadalajara, entraban en Madrid por Ribatejada o por Meco, confluían en Ajalvir, enhebraban San Fernando de Henares, daban una larga torera a Vicálvaro, Vallecas y Getafe, pasaban entre Pinto y Valdemoro, surcaban la Sagra madrileña y toledana, visitaban Toledo y sus montes, y plantábanse en Ciudad Real, donde echaban el invierno paciendo a discreción en el valle de Alcudia, para, en llegando mayo, viceversa.El ferrocarril y, poco después, el camión atropellaron el espíritu pausado de la trashumancia, reduciendo a una sola jornada aquel éxodo ovejuno de 400 kilómetros largos, larguísimos. La Cañada Real Galiana, Riojana o de las Merinas -que los tres nombres recibe- sobrevivió, sin embargo, gracias a la transterminancia -vaivenes estacionales del ganado entre municipios o provincias limítrofes- y a los trasiegos esporádicos de las cabañas locales. Pero esa costumbre tan española de confundir lo que no se usa a diario con lo que no es de nadie, refrendada por el castizo adagio de que quien se fue a Sevilla perdió su silla, ha hecho que sólo en nuestra comunidad se registren -según un estudio de 1994- más de 90 usurpaciones de terrenos pertenecientes a esta venerable vía pecuaria.

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Denunciar para conservar

Vertederos, escombreras, graveras, urbanizaciones, chabolas, huertos marginales, autovías, vías férreas, menudean en los 93 kilómetros de la Galiana a su paso por Madrid. Esto es: un promedio de un desafuero por kilómetro. Y así es cómo un camino de dominio público, con un trazado y una anchura delimitados desde los tiempos de la Mesta -75 metros había de tener a lo ancho, según las ordenanzas de 1273, y hoy en algunos puntos no pasa de tres- está siendo ultrajado por cuatro espabilados mientras las autoridades guardan un silencio otorgador.

Convencidos de que no hay mejor manera de conservar lo que es de todos que denunciar los expolios y, sobre todo, usarlo, proponemos un paseo por un tramo misteriosamente intacto de esta vía pecuaria. En Ribatejada, pueblecito que cae al noreste de Madrid, casi en la linde de Guadalajara, aparece la cañada señalizada a mano izquierda según se llega desde Madrid, tras una báscula de pesaje. Ella nos conducirá en una hora a la urbanización Jardín de Serracines, cuya valla rodearemos por la derecha para ir ganando, a medida que progresemos hacia el suroeste, la divisoria de aguas entre el Jarama (al septentrión) y el arroyo de Torote (al mediodía). Dando vista desde sucesivos collados al lejano Guadarrama, avanzaremos junto a campos de trigo y centeno en los que bullen conejos, perdices, avutardas, gangas, alcaravanes ... ; campos sobre los que planean el aguilucho pálido y el cenizo, así como los cernícalos primillas que anidan en el campanario de Fresno de Torote. Ojo a esta torre, pues será la que nos sirva de referencia para, en otra hora, dejar la cañada y descender hacia el pueblo por un camino vecinal.

Raro será que no veamos algunos pastores sendereando por la cañada o los entrepanes "sus hordas de merinos / que mancha el polvo y dora el sol de los caminos", igual que Machado los veía bajar por Soria.

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