Vencer a la montaña
Rescatada en buen estado la esquiadora que permanecio dos días perdida en Sierra Nevada
Ni miedo ni frío ni hambre. Irene García Baena, la esquiadora valenciana de 18 años que se extravió el domingo en Sierra Nevada (Granada), sorprendió por su animosidad y buen aspecto a los guardias civiles que la encontraron ayer a mediodía junto al roquedal que le sirvió de refugio en el término municipal de Güéjar Sierra. El anorak y las botas de esquí la protegieron de las bajas temperaturas; se alimentó con las chocolatinas y las nueces que llevaba consigo, y cuando anocheció no se dejó llevar por el desánimo y procuró descansar. Ayer, al despuntar el día, se entretuvo fotografiando el lugar donde permaneció dos noches a la espera de ayuda. "Si tienes ganas de vivir, lo mejor es no pasar miedo", declaró.Una niebla intensa envolvía Sierra Nevada cuando, a las siete de la mañana, los cuatro grupos del equipo de rescate se dispersaron para reanudar la búsqueda de la joven. Pero el encuentro no se produjo hasta cinco horas más tarde. Cerca del mediodía Irene respondió a la llamada de los montañeros de la Guardia Civil que rastreaban a pie las inmediaciones del cortijo de la Hortichuela, cerca del Charcón, a unos veinte kilómetros de Güéjar Sierra. La joven vestía un anorak azul y un gorro de lana violeta y su aspecto era excelente, aunque tenía contusionada la espalda y uno de los brazos a causa de una caída.
Irene fue avistada encima de una de las rocas que le sirvió de refugio y en donde, en cierto modo, esperaba a los agentes. El lunes tuvo la certeza de que seguían su rastro cuando escuchó el motor del helicóptero que durante poco más de una hora sobrevoló la zona, pero que tuvo que regresar pronto a tierra por la escasa visibilidad.
Irené, una experta conocedora de la montaña, se extravió el domingo cuando esquiaba junto a una amiga por la pista de El Águila, de casi seis kilómetros de longitud. La joven se había quedado un poco rezagada de su compañera y se deslizaba a solas por la nieve. Según contó ayer, durante el descenso se percató de que la pista se bifurcaba. Ante la duda, preguntó a otro esquiador si podía continuar por la pista altemativa sin balizar, y el desconocido respondió que sí.
Irene le hizo caso y después de recorrer unos cientos de metros comprendió que estaba perdida. Había bajado por el barranco de San Juan. Como apenas quedaba una hora de luz, decidió descender lo más posible, salir incluso fuera de la nieve y buscar un lugar donde pasar la noche. En un momento dado desechó los bastones y los esquíes y prosiguió a pie. Al intentar vadear un río, perdió pie y se golpeó la espalda. Su familia, con la que había ido a pasar el fin de semana, había denunciando ya su desaparición.
En las cercanías del cortijo de la Hortichuela encontró un buen lugar para dormir resguardado por unas rocas. En la mochila tenía algunas provisiones con las que se alimentó. Al día siguiente, lunes, la Guardia Civil comenzó una intensa batida que, sin embargo, no dio resultados positivos. El mal tiempo dificultó el rastreo. El helicóptero sólo pudo volar durante poco más de una hora, pues la niebla era muy densa. Sin embargo, el sonido del motor constituyó un motivo de tranquilidad para Irene. Supo que la buscaban, y como el refugio era bueno, apostó por permanecer allí. Ayer por la mañana Irene se levantó con el cuello dolorido y decidió fotografiar el paraje donde se encontraba. El encuentro con los guardias civiles fue como una cita inevitable. Irene conversó con sus padres a través de una de las radios y tras un reconocimiento somero, se dispuso a bajar hasta el camino donde los agentes habían aparcado los todoterreno, a unos cinco kilómetros de distancia.
Eran las dos de la tarde; habían transcurrido casi dos días completos desde que sus familiares perdieran su rastro. Irene estaba fresca, ágil; todo lo contrario de lo que cabría presuponer en una persona perdida 48 horas en un paraje ignoto y sometida a unas condiciones climatológicas hostiles. El presidente de la Comunidad Valenciana, Eduardo Zaplana, se desplazo ayer a Granada para seguir las tareas de rescate.
En ese momento, de su accidentada aventura quedaban pocas pruebas: un par de contusiones y unas cuantas imágenes en el carrete de su máquina de fotos.
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