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Cosas que no han pasado

Andrés Ortega

La reflexión sobre acontecimientos que no se han producido puede resultar tan interesante como la propia historia. 1997 ha sido rico en contenidos, pero también puede resultar ilustrativo abordar el análisis de cosas que no han pasado, de la no historia, especialmente cuando aún pueden acontecer. La lista podría ser larga y muchos de los "no acontecimientos del año que acaba vienen no produciéndose desde hace tiempo, en esta década que ha supuesto un cambio de mundo.Rusia sigue en pie, aunque la salud de Yeltsin se tambalea. Las tensiones centrífugas no parecen haberse acentuado. La economía rusa debía tocar fondo este año y empezar a crecer por primera vez en mucho tiempo. Pero la crisis de las economías asiáticas, puede haber dado al traste con esta esperanza que apuntaba hace sólo unas semanas el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD). A pesar de esta situación sigue sin producirse la siempre anunciada -y temida- emigración masiva rusa hacia Occidente. Otros se han movido más que ellos: por Polonia transitan cada año ocho millones de inmigrantes. Los rusos, predominantemente, se han quedado en su tierra. Quizás porque no tenían otras oportunidades. Quizás porque todavía creen en su futuro. Lo que debe llevarnos a no menospreciar -ni sobrevalorar- no ya el famoso nacionalismo ruso, sino su patriotismo y, sobre todo, su capacidad de aguante frente a las inclemencias, que puede explicar cómo el fraude de unos sistemas de ahorros -como ha ocurrido este año- provocó la implosión de Albania, mientras que un acontecimiento similar o incluso mayor ha sido sobrellevado con estoicismo por los numerosos rusos afectados.

Sigue sin ocurrir una auténtica reunificación cultural de Alemania ocho años después de la caída del muro. Y si Alemania no se ha -unificado en términos culturales y sociales, ¿cabe pensar en una unificación europea? Las tensiones entre minorías en Europa central y oriental, e incluso algo más allá, se han aminorado.

La vacuna de la crisis yugoslava puede haber contribuido a ello, así como las perspectivas abiertas por la OTAN o por la UE. Pero, ojo, pues estas tensiones no están resueltas. Que no hayan resurgido en este año no significa que hayan desaparecido.

Y ¿quién se acuerda a estas alturas, en que miramos ansiosamente al 1 de enero de 1999, de que 1997 era la primera fecha contemplada en el Tratado de Maastricht para la entrada en vigor de la moneda única? En este sentido, 1997 ha marcado un fracaso transitorio. Pero la manera en que las monedas europeas han capeado las tensiones de este final de año demuestra que el actual Sistema Monetario Europeo ha funcionado, sobre todo gracias al apoyo que le brinda la perspectiva próxima del euro. Los accidentes de recorrido, sin embargo, pueden aún producirse.

Por supuesto, cabría pensar en otros no acontecimientos, como la no victoria de la derecha en Francia en unas elecciones en principio cantadas para la mayoría que apoyaba al presidente Chirac, que todas las mañanas debe darse cabezazos contra los muros del Elíseo al recordar uno error político de tamaña magnitud. Y novedad es que, por primera vez, en Francia o en el Reino Unido, los Gobiernos elegidos no hayan incumplido sus programas electorales.

Internet, la red de redes, no se ha colapsado, a pesar del enorme crecimiento del volumen de información que circula a través de la red. Pero se ha hecho más lenta. Y, por introducir un apunte final, en este 1997 nos hemos percatado de que, pese al anuncio oficial, Deng Xiaoping no murió. Pues, la verdad sea dicha, cuando se anunció en febrero su fallecimiento, descubrimos que llevaba mucho tiempo muerto. En términos políticos, se entiende.

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